2016-02-01

Sobre la brevedad de la vida



Él es Sísifo. No seas como Sísifo.

El pasado sábado por la mañana me encontraba desocupado en un centro comercial, por lo que aproveché para entrar a una librería y ver qué me podía llevar. Estaba mirando por los estantes, habiendo encontrado algunas cosas interesantes y sacando cuentas, cuando me llamaron de American Express para ofrecerme una tarjeta de crédito:

—¿Sí, con el señor Pablo Héctor Maya?
—Ah, son de American Express. Lo siento, no me interesa.
—Buenos días. Llamo de parte de… ¿cómo dijo, perdón?
—Es que ya sé que son ustedes, porque siempre dicen mal mi nombre. Es Mata, no Maya. Siempre les digo y nunca lo corrigen. Pero bueno, así está mejor porque ya sé quiénes son cuándo llaman y sé que les puedo colgar. Entonces, ya te voy a colgar. Adiós.

A diferencia de la decena de veces que me habían llamado anteriormente, y en las que no aprendieron que al menos debían corregir mi nombre, en esta ocasión decidí tomar alguna medida al respecto y encontré la manera de agregar su número a la lista de rechazo automático de mi teléfono. No más llamadas de American Express o, al menos, no desde ese número.

Esto me llevó a recordar un episodio del genial podcast de Tim Ferris, en el que habló con la joven pero erudita Maria Popova. En aquel episodio, entre tantas otras cosas, mencionaron los escritos de los filósofos estoicos y, en particular, a Séneca. Maria mencionó el ensayo de Séneca titulado Sobre la brevedad de la vida y, por la reacción de Tim y la conversación que siguió, supe que era importante buscarlo y leerlo.  Estando en la librería, resolví que había que buscarlo, lo encontré por $30 MX (en conjunto con otro escrito llamado Sobre la felicidad, por cierto) y lo compré inmediatamente.

Y es que ya ha habido varios consejos y sugerencias de gente que admiro y respeto que tienen convergencia en varias cosas: como el que algo tiene de útil la meditación, si se medita realmente y no solamente se piensa con los ojos cerrados; o que, al parecer, todas las artes marciales del mundo son inútiles si uno no sabe Jiu-Jitsu; y que los antiguos estoicos son más importantes hoy que nunca. Entonces, voy comenzando por esto último.

*   *   *

Sobre la brevedad de la vida está escrito como una carta de Séneca, ilustre y sabio senador romano, a su amigo Paulino, en ese entonces cerca del retiro de la vida política. Desde el primer párrafo del primer capítulo sentencia: No tenemos poco tiempo; es que nosotros perdemos mucho. Pasamos incontables cantidades de tiempo atendiendo pequeñeces propias y de los demás, sin detenernos a pensar para qué. Y es que la mayoría de la gente confunde aprovechar el tiempo con el estar ocupado o el ser productivo. Pasamos nuestros días de una tarea inútil a otra, mecánicamente, sin reflexionar en lo que realmente queremos hacer con nuestras vidas.  Nuestros planes más nobles y ambiciosos quedan relegados para después, en favor de las trivialidades impuestas por otros y por nosotros mismos.
Todos se empeñan en conservar su patrimonio, pero en cuanto llega la ocasión de perder el tiempo, entonces es cuando precisamente se conducen con la mayor de las liberalidades, en el único asunto en que la avaricia está más que justificada.
Y así, pasamos nuestras vidas derrochando tiempo que, a diferencia de los bienes materiales, no se puede recuperar. Peor aún, permitimos que otros nos roben nuestro tiempo y no nos permitan vivir:
¿Por qué no se te permite [vivir]? Porque todos aquellos que te reclaman para sí te apartan de ti mismo… Repasa las cuentas, te repito, y examina los días de tu vida; verás no solamente que son pocos, sino que resulta hasta ridículo el número de los que quedan para ti.
Además, simplemente haber estado vivo mucho tiempo no es lo mismo que haber vivido mucho. Sobre los ancianos, con sus canas y sus arrugas, nos dice:
¿Piensas que navegó mucho aquel a quien una terrible tempestad arrancó del puerto? …éste no es que haya navegado mucho, sino que fue zarandeado mucho.
No es lo mismo el desgaste que la sabiduría, pues. Recuerdo que mi infancia estuvo llena de constantes recordatorios de “respetar a mis mayores”. Ahora que soy mayor, y que entiendo que los mayores pueden ser idiotas nada dignos de respetar, quisiera haber tenido las palabras de Séneca en mente todas aquellas veces que se me obligó a escuchar el sermón de alguno de esos inútiles, solo porque eran inútiles con canas.

Pero el principal hurto de nuestro tiempo ocurre en el estar ocupados, creyendo ser productivos. ¿Cuántos pasan sus vidas “trabajando para el Hombre” o, como decimos en México, como un “Godínez” cualquiera? Huir de tu supervisor, mientras que tus subordinados huyen de ti. Conseguir un aumento para poder gastar más en cosas que no necesitas. Medir el éxito como un número en un estado de cuenta, o el número de seguidores en redes sociales. Como ratones en su ruedita, acumulamos estadísticas que dicen que hemos hecho cosas, pero en el futuro nadie las recordará y desearíamos haber hecho otras cosas con nuestro tiempo.
…cuando han llegado al final de su vida, tarde ya comprenden los desgraciados que habían estado tanto tiempo ocupados para encontrarse después con que no hicieron nada.
¿Cuántas horas de nuestras vidas se nos han ido en juntas, en mandar correos, en hacer trámites, en acumular certificaciones? ¿Hay, acaso, algún certificado para la calidad de vida de uno? Vivimos preocupados por conseguir riqueza para, ya conseguida, preocuparnos de no perderla. Y para colmo, el acceso a la riqueza es una cuestión de suerte, en gran medida, pues todavía vivimos en una sociedad en la que la inmensa mayoría de la gente que nace rica o pobre, así se queda hasta morir, independientemente de sus méritos laborales o intelectuales.

Hay gente que cree que hacer esto por 30 años es ser exitoso.

Pero hay algo que sí podemos hacer al respecto:
Hay numerosas familias de abolengo intelectual extraordinario; elige para ti aquella en la que quieras ser admitido; no serás adoptado solamente para que puedas utilizar el nombre, sino los mismos bienes. […] te elevarán a un lugar de donde nadie te puede desalojar; éste es el único medio de prolongar la vida mortal y, mejor aún, volverla inmortal.
[…]
[quienes hacen esto] todos los años que pasaron antes que ellos, los han agregado a los suyos.
Y es que si un hombre rico le hereda su fortuna a sus dos hijos, ahora cada uno tiene solo la mitad, y se pelearán entre ellos por la del otro; pero la sabiduría no se diluye de generación en generación, sino al contrario. Una vez adquirido, el libro de Séneca que compré no requerirá mantenimiento (a menos que mi hijo lo destruya o lo use para colorear), y puede durar décadas o siglos y ser leído por generaciones sin necesidad de invertir más.

Me pregunto si la chica de American Express que me llamó este sábado siquiera sabe quién es el dueño de la compañía que es dueña de su tiempo (aquí está la información, por si les quitaba el sueño: Wiki). Pero, por más que pase sus días en la inane venta de tarjetas de crédito por teléfono, habrá oído hablar de Shakespeare, Sócrates o Einstein. Si se lo propusiera, pudiera unirse a la familia de uno o más de estos, e inmediatamente agregar a su vida suficientes años para compensar, por mucho, lo que se le va encerrada en el call center de American Express. Hasta donde sé, tal vez ya lo hace. Espero que así sea, para que pronto pueda dejar de derrochar su tiempo y robar el de los demás.