La ontología más general típicamente asociada al ateísmo es el naturalismo: existe solamente un mundo, el mundo natural, que exhibe patrones que llamamos "las leyes de la naturaleza", y que se puede descubrir mediante los métodos de la ciencia y la investigación empírica. No hay un mundo aparte con lo sobrenatural, espiritual ni divino; no hay tampoco una teleología cósmica o propósito trascendental inherente en el universo ni en la vida humana. "Vida" y "conciencia" no denominan esencias aparte de la materia; son formas de hablar de los fenómenos que surgen de la interacción de sistemas extraordinariamente complejos. El propósito y el significado en la vida surgen fundamentalmente a través de actos de creación humana, y no son derivados de nada fuera de nosotros mismos. El naturalismo es una filosofía de unidad y patrones que describe a toda la realidad como una red continua.Usando a la religiosidad como un indicador indirecto de creencia en lo sobrenatural, el naturalismo—no confundir con naturismo—es por mucho una posición minoritaria. Inclusive entre la relativamente minúscula población de ateos existen alusiones insistentes a la espiritualidad, a trascender, a descubrir propósito. Esto es un impulso humano, probablemente, y difícil de evitar. Aún así está mal y no aporta nada que sea mejor que la alternativa: la visión naturalista no solamente es la correcta, sino que es la que más prosperidad y bienestar ofrece.
—Sean Carroll, en The Big Picture
Antes que nada, creo conveniente establecer que lo sobrenatural—sea espiritismo, telequinesis, brujería, clarividencia, vida después de la muerte, fantasmas, dioses o lo que sea—no solamente no existe, sino que no puede existir, porque es incoherente. Quienes afirmen haber detectado algún fenómeno sobrenatural, necesariamente lo habrán hecho por medios naturales, es decir, físicos : vieron algo, oyeron algo, sintieron algo. Lo que sabemos del mundo físico va creciendo continuamente y quizá sea todavía poco comparado con lo que queda por saber, pero ya es más que suficiente para descartar todo lo sobrenatural.
Si alguien propone que grabó un fantasma en video, supongamos, y si se supone que ese fantasma está hecho de alguna sustancia—ectoplasma, materia espiritual o como le quieran llamar—¿cómo llegó al video si no mediante un fenómeno físico? Los detectores CCD de una cámara digital los hicimos usando lo que sabemos de electromagnetismo o, más específicamente, de electrodinámica cuántica. Quien afirme que logró capturar en video a un fantasma está haciendo la declaración, quiera o no, de que la electrodinámica cuántica está mal, incompleta o que, sin querer, automáticamente incluye también a la electrodinámica ectoplásmica. Tenemos los libros con las ecuaciones detalladas que, los creyentes dicen, están mal o incompletas. Pero curiosamente nunca pueden decir cuáles, ni en qué.
Llama la atención, hablando de electrodinámica cuántica, cuánto las creencias en lo sobrenatural dicen basarse en ciencia, cuando es ésta la que más las contradice. En un debate en Caltech en 2006, el confundidísimo charlatán Deepak Chopra se la pasó vomitando ensaladas de palabras con aderezo cuántico y no se le ocurrió que había entrado a una madriguera de físicos teóricos. En la sesión de preguntas, el físico Leonard Mlodinow lo confrontó (muy amablemente), diciéndole "...entiendo lo que significa cada una de las palabras que dices, pero todavía no entiendo de qué estás hablando". Obviamente, Chopra no pudo hacer más que cambiar de tema con más ensaladas de palabras, sobre el infinito y quién sabe qué más:
La lección de la mecánica cuántica—que ya exploraremos aquí en AutóMata—no es, ni de cerca, que el materialismo esté limitado u obsoleto. Al contrario, como todos los descubrimientos científicos, la lección es que el mundo material es mucho más interesante que cualquier superstición "espiritual" que se le pudiera ocurrir a un humano. Una y otra vez, la explicación de un fenómeno resulta ser un patrón en el mundo natural. No hay una sola explicación natural de un fenómeno que haya sido reemplazada por otra explicación sobrenatural mejor. En toda la historia de la humanidad, ni una.
Cada vez que lo sobrenatural tiene la oportunidad de ganarse un Nobel de física, química o medicina, fracasa. Todo lo que se pudiera explicar proponiendo la existencia de lo sobrenatural puede explicarse, con menos suposiciones y muchísima más evidencia, proponiendo la existencia de gente confundida. Los videntes, por alguna razón, no se ganan la lotería; por la misma razón, los curanderos no se acercan ni por accidente a una sala de quemaduras o amputaciones en un hospital.
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Sobra decir que el alma no existe tampoco, siguiendo el mismo modo de argumentación aplicado a los fantasmas: ¿cómo puede una entidad física, como el cuerpo humano, interactuar con algo no-físico, como el alma? Algún componente físico es necesario para, digamos, mover un brazo o abrir los ojos, porque estos movimientos son físicos. ¿Cómo "empuja" o "jala" el alma a los mecanismos del cuerpo o el cerebro, si no está hecha de nada físico? ¿Qué está haciendo el alma que no haga por sí solo el cerebro?
Ya que andamos en eso, sabemos que la mente (a veces usada como sustituto del alma) es una función del cerebro. Es un proceso físico, o químico o biológico, si así lo prefieren, que es ejecutado por el cerebro. Faltan muchos detalles, pero aún lo más burdo de lo que sabemos es ya incontrovertible: dañas al cerebro y dañas a la mente. Si no, ¿qué creen que hace el Alzheimer? ¿Qué creen que hace una lobotomía? ¿Cómo creen que funciona la anestesia?
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Aunque todo se pueda reducir, en principio, a objetos y mecanismos de física fundamental, esto no siempre es lo más práctico. La física de partículas debe ser consistente con, digamos, la economía, pero sería imposible e impráctico tratar de derivar la economía a partir de la física de partículas. Afortunadamente, puede describirse el mundo en términos perfectamente naturales a distintos niveles, algo que el físico Sean Carroll llama naturalismo poético. Por ejemplo, podemos hablar de un smartphone como un dispositivo con un cierto sistema operativo y aplicaciones, o como una colección compleja de circuitos integrados y otros componentes electrónicos, o como moléculas y partículas fundamentales. Todas las descripciones son válidas y equivalentes. En el naturalismo poético, algo es "real" si juega un papel esencial en una descripción natural coherente.
Lo que conecta un nivel de descripción natural con otro es la emergencia, en el sentido de emerger, definida como la presencia de propiedades en una descripción natural que no se encuentran en otra descripción más fundamental. Un caso fácil de entender es la temperatura de un objeto, propiedad que emerge de la energía cinética de las partículas individuales que lo componen pero que no existe en ninguna de ellas (es un sinsentido hablar de la temperatura de una sola molécula). Una vez que uno se ubica en un nivel que en principio se puede derivar de otro más fundamental, puede tomar sus propiedades básicas como fundamentales y seguir describiendo al mundo en ese nivel sin problema. En principio, todas las propiedades de un nivel de descripción se podrían derivar de los niveles que le son más fundamentales (algo conocido como reduccionismo), pero no es necesario hacerlo para empezar a estudiar. El concepto de temperatura se usó, incluso de manera científica, mucho antes de que se supiera su origen en la energía cinética de las partículas.
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En nuestras vidas diarias, inclusive los naturalistas más radicales nos movemos con propósitos, tomamos decisiones, planeamos para el futuro, tratamos de darle sentido a lo que hacemos. Ninguna de esas cosas existe en las descripciones naturales del mundo, especialmente las más científicamente rigurosas, a ningún nivel. El filósofo Wilfred Sellars propuso que una visión moderna de lo que hace la filosofía es reconciliar, en la medida posible, el mundo como se nos manifiesta con el mundo como realmente es. Los humanos nos contamos historias, le atribuímos sentido a nuestra existencia y la de los demás, sentimos, pensamos, planeamos para el futuro. Las partículas fundamentales, obviamente, no.
Al principio mencioné que no había que confundir el naturalismo con el naturismo: la creencia de que lo natural es bueno y que es una falacia sumamente común, irónicamente, entre quienes veneran a lo sobrenatural. Saber cómo son las cosas no nos dice nada acerca de cómo deberían ser, y por lo tanto explicar que algún fenómeno sea natural no implica excusarlo : la violencia parece ser parte de la naturaleza de todos los primates, incluyéndonos a los humanos, pero hemos optado por usarla cada vez menos y, (casi) todos estamos de acuerdo, eso es bueno. También hemos manipulado a lo natural para deshacernos de la viruela, y para aprovechar la física y la química para producir energía que de otra manera no existiría.
El filósofo y físico Tim Maudlin cuenta una parábola interesante. Imaginemos que hay dos jugadores de ajedrez, hombre y mujer, que son pareja y tienen una hija. Deciden inculcarle el juego cuanto antes, enseñándole todo lo que pueden, llevándola con maestros e inscribiéndola en torneos. Tienen grandes visiones y ambiciones para su hija como ajedrecista y sí, la niña se hace muy, muy buena para el ajedrez. Pero hay un problema: a ella no le gusta el ajedrez. Le parece solo un juego aburrido e inútil. Ella quiere hacer otra cosa, dedicarse a algo más. Quizá las artes, o una ingeniería o lo que sea, menos ajedrez.
¿Concluiríamos que su vida carece de propósito, por haber rechazado el plan de sus creadores? ¿Y qué si hubiera sido libre, desde el principio, de hacer su propio propósito? En un mundo puramente natural, no existe propósito, ni bien ni mal, aparte del que nosotros hagamos. ¿Y para qué queremos más?
La gente creyente en espiritualidad o religiones no se imagina cómo sería vivir así, libre. Los filósofos existencialistas consideraban una especie de absurdo tener que enfrentar semejante situación (que, por cierto, consideraban la situación real). ¿Por qué levantarse por la mañana—preguntan—si todo esto es para nada? ¿Por qué vivir en lo absoluto, si todo terminará y, además, terminará en la nada? Como dijo Albert Camus, ¿debería suicidarme o tomarme un café?
Con una visión natural del mundo, uno se levanta por la mañana por la misma razón que todos los demás: porque tiene el estómago vacío y la vejiga llena. Eso, y para tomar café. Y para hacer cosas que nos gustan o nos pagan dinero. Inclusive la gente que tiene pósters de Camus y Nietzche en su cuarto lo hace. Conocer cómo funciona el mundo es lo que nos permite manipularlo a nuestra conveniencia y disfrutarlo, le importe o no a quien sea, o a nadie. Aparte de lo que digan las leyes fundamentales del universo, nada es obligatorio ni está prohibido. No tenemos que hacer nada aparte de lo que decidamos hacer.
Que nuestras vidas sean finitas no implica, de ninguna manera, que sean poco valiosas, sino al contrario. Deberíamos, ya que estamos aquí, aprovechar. Nadie escucha una pieza de música genial, como una sinfonía, y a mediados del tercer movimiento dice "Ah, pero esto no tiene caso, porque llegará el cuarto movimiento y luego se terminará. Buuu." Por otro lado, en la peor miseria humana, a nadie le consolará que le digan "Lamento lo de tu cáncer, niño, pero no te preocupes, porque es para nada y luego se acaba." Precisamente porque estamos en un mundo puramente físico, estas experiencias son reales. Cuando alguien muere, realmente se muere. La vida no es una ilusión, ni un ensayo para el número estelar que le sigue. Este es el número estelar. Tenemos todo por ganar—o perder—si lo entendemos así.