2020-06-14

Religión, pseudociencia e ideología




Tras verse acorralado por las críticas irrefutables de George Orwell, un estalinista trató de justificarse diciendo que ni modo, los campos de concentración, las hambrunas, los fusilados y los exiliados eran parte del un sacrificio necesario para finalmente establecer la utopía. Había que romper algunos huevos para poder hacer un omelet. Orwell asintió ligeramente y simplemente dijo: “Bien, ¿y dónde está tu omelet?”

Quienes hayan pasado por tan solo un poco de estudio y debate sobre la existencia o no existencia de dios se habrán topado con el argumento (es un decir) de que el ateísmo es solo otra religión. Si su estudio fue tan solo un poco más allá, también conocerán la simple refutación de esto, que es que decir que el ateísmo es una religión es como decir que “apagado” es un canal de televisión, o que sentarse en el sillón es un deporte. Las palabras tienen significados, y la ausencia de una religión no es una religión. No es difícil, aunque a mucha gente le cuesta trabajo entenderlo todavía.

También es posible no practicar, ni creer en, ninguna pseudociencia. Si uno es crítico e intelectualmente honesto, enterarse de uno que cree algo siquiera sospechoso de ser charlatanería lo pone en alerta. Entender cómo funciona la ciencia y sus diferencias con su impostora nos deja perfectamente preparados para vivir con una y sin la otra. No son lo mismo, ni mucho menos son equivalentes, la astronomía y la astrología.

He mencionado en algunas ocasiones que la pseudociencia tiene su análogo político en la ideología. Creo que la ideología no recibe la suficiente crítica, y me parece que se debe a que tantos creen que uno no puede evitar tener ideología, de la misma manera que creen que el ateísmo es solo otra religión o que la diferencia entre ciencia y pseudociencia es cuestión de percepción personal. Creen, en resumen, que no tener ideología es una ideología. Por supuesto, están equivocados.

Religión, pseudociencia e ideología siguen un mismo patrón de irracionalidad que las agrupa bajo la misma categoría mayor de superstición :
  1. Son internamente inconsistentes.
  2. No comparan lo que creen con la realidad.
  3. No admiten errores, ni mucho menos tienen un mecanismo para corregirlos.
  4. Si cambian lo hacen solamente por presión externa pero nunca lo reconocen (“nosotros siempre habíamos dicho que...”).
  5. Fabrican conspiraciones en su contra.
  6. Los conflictos internos son irresolubles y llevan a denuncias, cismas y cacerías de brujas. 
 Cuanto más ideologizada esté una rama de conocimiento humano, más inmadura es. Existen físicos de izquierda, centro o derecha, pero no existe física de izquierda, centro o derecha.  Lo mismo no puede decirse, todavía, de la economía o la política. Si éstas pretenden describir y entender la realidad, como dicen hacerlo, esto es preocupante. Hay un núcleo de conocimiento que todos los politólogos y economistas comparten, pero es todavía muy pequeño y sigue muy contaminado por las supersticiones prevalentes en cada una, como la física del siglo XVIII que todavía buscaba lugares para Dios en las ecuaciones. Hay pioneros y honrosas excepciones que buscan entender al mundo como es, pero todavía tienen que luchar contra los ideólogos (teólogos/charlatanes) que quedan en sus universidades, institutos y gobiernos.

Nadie quiere poner su salud en manos de un medicamento falso, ni regalarle su dinero a un predicador falso (sí, es redundante). Nadie cree, tampoco, que sea inevitable o aceptable caer en semejantes fraudes, o que dé igual elegir una opción auténtica que una falsa. ¿Por qué nos conformamos, entonces, con los fraudes de estafadores marxistas, anarquistas u objetivistas? De los lugares donde uno sí quisiera vivir, ¿alguien puede nombrar uno solo que funcione como dicen ellos? Si están hablando de la realidad, ¿dónde está su omelet?