2019-02-02

Chairocracia



La democracia es la peor forma de gobierno, excepto por todas las demás.
-Winston Churchill

Es fácil para ti escupirle a la libertad, porque no sabes lo que es no tenerla.
-Ayaan Hirsi Ali

México tiene todo para ser un gran país, pero los mexicanos no quieren.
-Yo mero
El capitalismo colapsaría por sus inherentes ironías y contradicciones, según Marx. Identificar esas ironías y contradicciones fue uno de sus grandes aciertos; aquello de predecir su colapso, no tanto. Peor aún, autoproclamados seguidores y herederos del marxismo, tanto en lo político como en lo cultural, exhiben sus propias ironías y contradicciones. A veces éstas se manifiestan como un meme gracioso sobre el derrocamiento del capitalismo que necesita vender playeras del Ché para recaudar fondos. Otras veces resulta en la nada graciosa cantidad de 100 millones de muertos durante el siglo XX, todo fuera por defender a las utopías comunistas del imperialismo. (Parentéticamente, creo que es un escándalo que esta cifra sea tan desconocida entre el público general y, ante todo, en el mexicano, que glorifica todo lo que huele a que se opone a Estados Unidos. Murió más gente tan solo en la China de Mao que en toda la Segunda Guerra Mundial, y el día de hoy existe ahí un número indeterminado de personas, probablemente numerando los cientos de miles, en campos de concentración. El número de personas muertas o en campos de concentración por oponerse al neoliberalismo es, precisamente, cero.)
(...y qué bueno.)
A estas alturas la humanidad ya ha inventado el hilo negro muchas veces en cuanto a política se refiere, y no es un misterio qué funciona y qué no. La libertad de expresión, la separación de poderes, constituciones que protejan las garantías individuales, instituciones que vigilen que éstas protecciones se respeten—estas cosas funcionan y no hay excepciones. La centralización del poder, el dominio ideológico de la política, el nepotismo, la falta de contrapesos, la ausencia de una sociedad civil—estas cosas llevan al fracaso y tampoco hay excepciones. Hay docenas de ejemplos de países que gradualmente han pasado de la miseria a la prosperidad simplemente implementando lo que funciona, y docenas más de ejemplos de países fracasando por hacer lo contrario. No quiere decir que sea fácil, pero es claro cómo implementar los mejores modelos (o los menos peores, como diría Churchill y decimos en México). Lo misterioso en todo caso es por qué, pudiendo ser prósperas, tantas sociedades con tanto potencial optan por el autosabotaje.

Y es que el chairo, como se le conoce en México, no está completamente equivocado: sí hay pobreza y desigualdad, y sí hay intervenciones imperialistas, y hay gente que trabaja todo el día para producir bienes que no puede pagar con su sueldo. El problema está en que detiene su análisis justo ahí y empieza a proponer soluciones sin preguntar cómo es que llegamos a donde estamos, qué alternativas se han probado y—horror—qué posibles beneficios tiene que las cosas sean como son. Por supuesto que la humanidad pudiera estar mejor. Pero también podría estar—y en general siempre había estado—peor. La aristocracia más opulenta de hace 100 años sabía menos y vivía menos que la clase obrera de hoy. Sé que ese no es un gran consuelo para la trabajadora doméstica que trabaja siete días a la semana por un mes para poder arreglar su refrigerador, pero es la realidad. La pregunta es, dada esa realidad, cómo podemos hacer para que los avances globales de la humanidad se puedan ver reflejados en la vida diaria de más personas.

Con una varita mágica podríamos convertir a todo el mundo en Finlandia, Suecia, Suiza, Dinamarca, Holanda o Corea del Sur. Pero no tenemos tal cosa. Lo que tenemos es más rústico, pero a la larga también funciona: podemos entender cómo es que esos países, en la medida en que sean modelos a seguir, llegaron a serlo. Y si hay algo que se interpone al entendimiento, propongo yo, es el falso entendimiento: la ideología. Cuanto más he leído sobre historia y política, más se ha reforzado en mí el sentido peyorativo de esa palabra. Cada vez que un país ha caído en desastre, fue por alguien que dijo alguna variante de "No se preocupen, ya entendí todo. Tengo las ideas que van a resolver todos nuestros problemas. Todo lo que hay que hacer es implementarlas correctamente, que de eso también me encargo yo. Permítanme explicarles..."

Y es que, curiosamente, la mayoría de los avances que la humanidad sí ha logrado han sido graduales, a base de accidentes afortunados, prueba y error y, en gran medida, con una desconfianza sistemática acerca de la naturaleza humana y las ideas que produce. Por eso la pluralidad de pensamiento y los contrapesos son tan protagónicos en los países más prósperos del mundo. Miles de problemas se han resuelto sin que hubiera un plan maestro por parte de un intelectual o líder carismático. Muy al contrario, la evidencia apunta a que los planes maestros ideológicos en general se interponen al progreso.

Pobreza extrema a nivel mundial (clic para agrandar). Fuente: https://ourworldindata.org/extreme-poverty.
Pero lo anterior no significa que no haya rol para una autoridad o gobierno (eso sería caer en el pensamiento maniqueo que antes le critiqué al chairo). Hay problemas que no se pueden resolver si todo mundo se dedica a lo suyo, sino que requieren cierta coordinación, regulación y/o la creación o destrucción de incentivos (el ejemplo clásico es el cuidado del medio ambiente). Mediante el uso inteligente de la ley, un gobierno puede hacer ajustes—siempre graduales, apegados a la constitución y con estudios técnicos de por medio—para resolver cuestiones que los individuos no pueden. Lo importante es que aún cuando un gobierno actúa para dirigir a su sociedad de un lugar a otro mejor, lo hace en base a lo que indica la evidencia y siempre con contrapesos. Los gobiernos de los países exitosos son lentos y burocráticos a propósito—porque cuando son ágiles y eficientes es más fácil que se desvíen hacia el autoritarismo, sea de izquierda o de derecha. Ser lento tiene la ventaja de que es más fácil cambiar de rumbo cuando las cosas van mal. En este sentido, lo valioso de las democracias liberales no es tanto lo que pueden hacer, sino lo que previenen. Tenemos múltiples ejemplos de lo que pasa cuando se logra "derrocar al sistema" y, casi siempre, lo que resulta es algo peor.  Cambiar al sistema gradualmente desde adentro es mucho más eficaz.

En México nos hemos encontrado, una y otra vez, con malas y peores opciones al momento de las elecciones. Pero es ridículo decir que no hemos avanzado nada. Hoy hay instituciones que hace décadas no había. Hay una pluralidad de partidos políticos, cuando antes solo había uno. Tenemos una Comisión Nacional de Derechos Humanos casi simbólica, pero antes no había ninguna. Antes era impensable, pero ahora uno puede criticar al gobierno todo lo que quiera, en la calle o desde su casa. Sí, todavía hay mucho por hacer, pero México cada vez está, muy poco a poco, menos jodido. Hasta los chairos tienen que reconocer que nuestra democracia avanza (después de todo, pudieron ganar). Antes de proponer "derrocar al sistema" hay que valorar lo que en él sea rescatable y, en la medida posible, conservarlo y fortalecerlo.

Omitir estos matices es precisamente lo que orilla al chairo (o su contraparte, el derechairo, pero eso es otro artículo) a una visión simplista y rígida del mundo. Es por eso que está plagado de ironías y contradicciones. El mundo es más complicado de lo que piensa y, cuando no lo es, es contrario a lo que cree. En la realidad a veces el capitalismo soluciona problemas y a veces no, pero para el chairo siempre es sinónimo de explotación. En la realidad Estados Unidos a veces hace bien y a veces hace mal, pero para el chairo siempre es El Imperio. En la realidad la migración es desde los países menos neoliberales hacia los que lo son más, pero para el chairo esos migrantes son solamente traidores. En la realidad muchas cosas sin relación suceden a la vez, pero para el chairo todo es una cortina de humo para ocultar una conspiración. En la realidad...

*   *   *


...en la realidad, ahora los chairos tienen el poder en México. Y vaya que tal como chairos están gobernando. El pensamiento conspiratorio, el discurso maniqueo, la propaganda en lugar de la información, la rendición de cuentas simulada, la denuncia del periodismo como un instrumento del enemigo, la sustitución de los argumentos a favor de los insultos, el respaldo tácito y a veces explícito a dictadores, los cambios en la Constitución a conveniencia, el reemplazo de funcionarios por lacayos... Todos los días, el actual presidente de México, su gabinete, su partido y sus seguidores dan tantos ejemplos de esto que ya ni sé cuál usar. Me da tentación simplemente poner un enlace a un periódico mexicano cualquiera y que lean las primeras cuatro o cinco notas y, si les queda algo de masoquismo, que lean los comentarios. Por ejemplo, regresando a ironías y contradicciones: ¿qué más irónico, más contradictorio, más surrealista inclusive, que un hippie obsesionado por explotar cada gota de petróleo que pueda? Eso es como vender playeras del Ché en Starbucks y mucho más, y es también lo que quiere nuestro presidente y millones más que lo apoyan (hasta los árabes están tratando de dejar el petróleo, caray).

Desde hace años he seguido de cerca la política en Estados Unidos, y me preocupa que estamos siguiendo el mismo camino de polarización y deterioro de la vida pública. Me preocupa más que, a diferencia de Estados Unidos, nosotros no tenemos instituciones fuertes ni mucho menos la cultura cívica correspondiente. He estado desconectado de las redes sociales desde hace más de un año, y aún así percibo el odio que ha surgido no solo entre adversarios políticos, sino entre amigos y familiares que caen en distintos puntos del espectro. El chairismo es ya su propia religión, sobre la que la gente prefiere no hablar por temor a ofender a alguien y acabar peleado a gritos.

En E.U. se ha formado lo que algunos allá llaman "la mayoría exhausta": aquellos que no están gritando insultos políticos todo el tiempo a todo mundo, que no son ni Trumpistas ni SJWs (los chairos de allá), y que solo quisieran que la política volviera a ser aburrida como antes y seguir con sus vidas. Esa gente va a decidir la siguiente elección allá, y ya se ven algunas señales para ser optimistas.

Pero acá no veo nada parecido. Las pocas voces cuerdas que encuentro son inmediatamente denunciadas y hostigadas. Hoy, en México, o eres un chairo, o un conservador imperialista neoliberal fifí.  Aunque no quieras.



Para entender porqué mi preocupación: