2019-12-30

120 millones de vecinos



Desde hace casi tres años participo en la mesa directiva de mi asociación de colonos. Bueno, es un decir, porque en casi tres años que la desarrolladora inmobiliaria nos cedió el control no hemos logrado que suficientes colonos paguen de manera constante para mantener vigilancia, alumbrado y mantenimiento, ni mucho menos para crear una asociación civil legal como se debe. Así que, por ahora, el “gobierno” de mi colonia es informal, patito, como casi todo en México.

Esta experiencia me ha servido para valorar más mi tiempo, del que cada vez soy más celoso y reniego más explícitamente en las juntas. Pero más, me ha dado una pequeña dosis de evidencia de que la gente que gobierna es, meramente, gente. Nuestros problemas son un microcosmos de los problemas de un gobierno nacional: la recaudación, la seguridad, la convivencia, la democracia o su ausencia.

De ciento treinta casas que abarca el fraccionamiento, contribuyen regularmente a las cuotas de mantenimiento unas treinta. No alcanza para pagar vigilancia, por lo que nos hemos visto limitados a solamente a mantener el alumbrado de la colonia y algunas reparaciones menores. Convocar a los vecinos a una asamblea urgente reúne a unas 15 personas a lo mucho, y la mitad somos los de la propia mesa directiva que los convocó. A pesar de las evidentes carencias de nuestra colonia, y de lo alcanzables que son las soluciones, no podemos vencer a la apatía y la morosidad. Hay quienes se escapan de pagar con el pretexto de que ellos solo están rentando y le toca pagar al dueño (lo cual es falso, porque le toca pagar al residente, sea dueño o no), o dicen que no quieren pagar hasta que paguen todos los demás, porque no quieren mantener a los morosos (los morosos son ellos). No hay manera de obligarlos a pagar si no tenemos la asociación civil en forma, para lo cual no hay dinero. Eso sí, no dejan de reclamar por la inseguridad, la jardinería, la recolección de la basura o el ruido de sus vecinos; comentan también, por cierto, que venden tamales y pizzas a domicilio, y que señalar que abusan del chat del fraccionamiento es intolerancia.

Dentro de nuestro pequeño “gobierno” tenemos también de todo: un presidente con mucha iniciativa pero ideas francamente ingenuas, una tesorera sumamente responsable pero que ya está harta y quiere dejar su puesto, varios vocales con participación caótica y yo, que formalmente soy secretario y segundo al mando, encargado de documentos e informes. Ya se imaginarán a un misántropo como yo escuchando el eterno debate izquierda-derecha pero al nivel de qué hacer sobre la jardinería y la caca de perro. En las juntas todos hablan menos yo, que miro al vacío pensando en que los robots ya se están tardando en aniquilarnos, excepto a la hora de votar, en cual caso yo hablo al último y, generalmente, con un breve resumen de por qué todos los demás están mal y mi voto es en contra de todas las propuestas que ellos expusieron. Generalmente cada junta solo sirve para ponernos de acuerdo en la fecha de la siguiente junta, donde lamentaremos nuestra situación con los mismos argumentos y propuestas y no llegaremos a nada más que acordar hacer otra junta.

Un país completo no es más que una grandísima asociación de vecinos. Hay buenos y malos vecinos, hay unos que solo quieren pagar su cuota y que los dejen en paz, hay otros que quieren autoridad para plantar sus girasoles a la entrada, estacionarse donde quieran o vender sus tamales, hay algunos extremadamente honrados y otros tramposos, unos con gustos musicales atroces, con cinco perros o, peor aún, cinco hijos, o que solo están rentando mientras se van a otro lado mejor. Puede haber gente valiosa y competente, pero generalmente llegan a la dirección solo por accidente. El presidente anterior, relativamente carismático y eficaz, acabó harto de todo y decepcionado por la apatía de sus vecinos; su entonces tesorera, antes meramente competente, es ahora una de las más notables morosas del fraccionamiento y aprovecha cada vez que puede para sabotear cualquier intento de hacer las cosas bien. Del secretario anterior casi nadie se acuerda, pues nunca participó después de su nombramiento inicial.

Se supone que mi periodo acaba en mayo y, en ese momento, espero finalmente pasar a ser un mero contribuyente más y salirme de todos los estúpidos chats de chismes, drama y caca de perro, para entregarle un montón de papeles inútiles al pobre tipo (o tipa) que me siga. Eso, si para entonces todavía no nos hemos convertido en un pequeño estado fallido. Con algo de suerte, quizá algunos imperialistas nos conquisten.

2019-12-23

Hitchens sobre la libertad de expresión



El siguiente texto es una traducción del que quizá sea uno de los mejores discursos de todos los tiempos acerca de la libertad de expresión. Originalmente esta traducción la hice en un blog antiguo, que curiosamente todavía recibe muchas más visitas que este. El discurso fue en 2006, en un debate sobre la libertad de expresión en la Universidad de Toronto. El debate fue sobre la moción: “El derecho de la libre expresión debe incluir el derecho a ofender a otros.” Hitchens, héroe intelectual de nuestros tiempos fallecido el 15 de diciembre de 2011, pronunció uno de los mejores discursos de todos los tiempos defendiendo la moción. Anexo el video original en inglés para quienes lo entiendan, pues siempre es mucho mejor escucharlo a él.


¡FUEGO! Fuego, fuego, fuego. Ahora lo han escuchado. No gritado en un teatro lleno, admitiré, al darme cuenta que al parecer estoy en el salón de cena de Hogwarts. Pero el punto está hecho. Todos conocen el fatuo veredicto del grandemente sobrestimado Juez Oliver Wendell Holmes quien, al ser cuestionado por un ejemplo de cuándo sería apropiado limitar la expresión, dio el ejemplo de gritar “fuego” en un teatro lleno.

Es frecuentemente olvidado que lo que estaba haciendo en esa ocasión era mandar a prisión a un grupo de socialistas yídish—cuya literatura estaba impresa en un lenguaje que la mayoría de los americanos ni podían leer—, quienes se oponían a la participación en la Primera Guerra Mundial que proponía el Presidente Wilson, y el arrastre de los Estados Unidos a este sanguinario conflicto que los mismos socialistas yídish habían escapado desde Rusia.

De hecho, podría ser plausiblemente argumentado que los socialistas, que habían sido encarcelados por el excelente y sobreadulado Oliver Wendell Holmes, eran los verdaderos bomberos, y que eran los que estaban gritando “fuego” cuando realmente había un fuego en un teatro ciertamente muy abarrotado.

¿Y quién va a decidir? Bien, mantengan esta cuestión—damas y caballeros, hermanos y hermanas—y espero poder decir—,camaradas y amigos—en mente.

Yo me exento de la amable oferta de protección del anterior orador que fue tan generosamente ofrecida al inicio de esta noche. Cualquiera que quiera decir algo abusivo de mí, o a mí, es bastante libre de hacerlo e inclusive bienvenido, bajo su propio riesgo.

Pero antes de hacerlo deben haber tomado, como estoy seguro todos deberíamos, un curso de repaso de los textos clásicos sobre ésta cuestión. Éstos son la Aeropagítica de John Milton, siendo ésta la gran Loma de Atenas para la discusión y libre expresión; la introducción a La Edad de La Razón, de Thomas Paine; y también diría el Ensayo Sobre la Libertad de John Stuart Mill, en los que se dice—seré muy atrevido e intentaré resumir a estos tres grandes caballeros de la gran tradición de libertad inglesa de un plumazo:

Lo que dicen es que no solamente es derecho de la persona que habla el ser escuchado, sino que es además derecho de todos en la audiencia oírlo y escucharlo. Y cada vez que se silencia a alguien se hace a otro un prisionero de esa acción, por negarse el derecho a escuchar algo. En otras palabras, tu propio derecho de escuchar y ser expuesto está tan involucrado en estos casos como el derecho del otro de dar voz a su punto de vista.

En efecto, como John Stuart Mill dijo, si en toda la sociedad estamos de acuerdo sobre la belleza y valor de una propuesta, todos excepto una persona, sería de la mayor importancia que ese herético solitario sea escuchado, porque todavía podríamos beneficiarnos de su quizá escandalosa o atroz opinión.

En tiempos más modernos esto se ha enunciado, creo, de la mejor manera, por una heroína personal mía, Rosa Luxemburg, quien dijo que la libertad de expresión es insignificante a menos que signifique la libertad de la persona que piensa distinto.

Mi gran amigo John O'Sullivan—antes editor del National Review—y quien considero es quizá mi más conservador y reaccionario amigo católico, alguna vez me dijo: “En un pequeño experimento mental, si oyes que el Papa dice que cree en Dios, piensas que bueno, hoy el Papa está haciendo su trabajo. Si oyes que el Papa dice que está empezando a dudar de la existencia de Dios, piensas que quizá ya se dio cuenta de algo.”

Bien, si todos en Norteamérica fueran forzados a tomar en la escuela un entrenamiento en sensibilidad sobre el Holocausto, y se les enseñara el estudio de la Solución Final—acerca de la cuál nada fue realmente hecho por este país, ni en Norteamérica, ni el Reino Unido mientras estaba sucediendo—;y si este estudio se volviera de carácter obligatorio como relato oficial e infalible de cómo sucedieron los hechos; y si fuese enseñado como el gran ejemplo moral, a manera de destilar nuestra conciencia impura acerca de aquel combate; si este es el caso, como suele ser con casi todos, y una persona se levanta y dice: “¿Saben? Esto del Holocausto, no estoy seguro de que haya sucedido. De hecho, estoy bastante seguro de que no. En efecto, comienzo a considerar que, si acaso, los judíos se merecían algo de violencia.” Esa persona no solamente tiene derecho a hablar, sino que su derecho de hablar debe tener protección extra. Porque lo que tiene que decir debe haberle tomado cierto esfuerzo, podría contener un grano de verdad histórica, o puede por lo menos hacer que la gente reconsidere cómo es que saben lo que dicen saber. “¿Cómo sé que sé esto, aparte de que siempre me lo han enseñado y no he escuchado nada más?”

Es valioso partir de principios básicos. Siempre es provechoso preguntarse qué se haría si se encontrara con un miembro de la Sociedad de la Tierra Plana. Ahora que lo pienso, ¿cómo puedo demostrar que la Tierra es redonda? ¿Estoy seguro acerca de la Evolución? Sé que se supone que es cierta. Acá hay alguien que dice que no hay tal cosa y todo es Diseño Inteligente. ¿Qué tan seguro estoy de mis propios puntos de vista? No se refugien en la falsa seguridad del consenso, ni del sentimiento que cualquier cosa que se crea está bien, siempre que uno se encuentra en la mayoría moral.

Uno de los momentos más orgullosos de mi vida—esto es decir, en el pasado reciente—, ha sido defender al historiador británico David Irving, quien está ahora en una prisión en Austria por nada más que la posibilidad de proferir un pensamiento no bienvenido en tierra austriaca. Ni siquiera fue acusado de decir algo. Fue acusado de quizá planear decir algo que violaba una ley austriaca, que dice que solamente una versión de la Segunda Guerra Mundial puede ser enseñada en su pequeña y valiente república tiroleana. La república que nos dio a Kurt Waldheim como Secretario General de las Naciones Unidas, un hombre buscado en varios países por crímenes de guerra. El mismo país que nos dio a Jörg Haider, líder de su propio partido político fascista, y miembro del gabinete que mandó a Irving a la cárcel.

¿Saben las dos cosas que hacen famosa a Austria y le dan su reputación, de casualidad? Aprovechando que aquí los tengo. Espero que haya algunos austriacos aquí para que se molesten. Bueno, lástima si no los hay, pero los dos grandes logros de Austria son convencer al mundo que Hitler era alemán y que Beethoven era vienés.

Ahora, a este orgulloso registro pueden agregar que tienen la valentía de finalmente enfrentar su pasado y encerrar a un historiador británico que no ha cometido ningún crimen más que el de pensar y escribir. Y eso es un escándalo. No puedo encontrar quien me haga segunda cuando argumento esto, pero no me interesa. No necesito quién me haga segunda. Mi propia opinión es suficiente para mí y reclamo el derecho a defenderla contra cualquier consenso, cualquier mayoría, en cualquier lugar y tiempo. Cualquiera que esté en desacuerdo puede formarse, tomar una ficha, y besarme el culo.

Ahora, no sé cuántos de ustedes crean no ser suficientemente maduros para decidir por sí mismos y piensan que tienen que ser protegidos de la edición de Irving de los Diarios de Goebbels, por ejemplo—de los que aprendí más del Tercer Reich que del estudio de Hugh Trevor-Roper y A.J.B. Taylor combinados cuando estuve en Oxford. Pero para aquellos de ustedes que sí, les recomiendo otro breve curso de repaso.

Vayan de nuevo y vean no sólo la película y la obra de teatro, sino también lean el texto de la magnífica obra de Robert Bolt, A Man For All Seasons; algunos deberán haberla visto. En ella, Sir Thomas More decide que preferiría morir que mentir o traicionar su fe. Y en una escena, More está discutiendo con un fiscal cazador de brujas particularmente vil; un sirviente del rey y un hombre hambriento y ambicioso.

Y More le dice a este hombre: “¿Romperías la ley para atrapar al Diablo, cierto?”

Y el cazador de brujas le responde: “¿Romperla? ¡Acabaría con todas las leyes de Inglaterra si pudiera con eso capturarlo!”

“Sí, seguro que lo harías. Y cuando hayas acorralado al Diablo, y se diera vuelta para enfrentarte, ¿a dónde acudirías por protección? Todas las leyes de Inglaterra habrían sido cortadas y aplanadas. ¿Quién te protegería entonces?”

Tomen en cuenta, damas y caballeros, que cada vez que violan—o proponen violar—el derecho de libre expresión de alguien más, están en potencia haciendo una lanza para su propia espalda. Porque la otra cuestión que mencionó el Juez Oliver Wendell Holmes es simplemente esta: ¿quién va a decidir? ¿A quién se le concede el derecho de decidir qué expresión es dañina, o quién es el orador dañino? ¿A quién comisionamos el determinar con anticipación cuáles son las malas consecuencias que queremos prevenir? ¿A quién se le daría este trabajo? ¿A quién se le adjudicará la labor de ser el censor?

¿No es famosa la historia en la que el hombre que tiene que leer toda la pornografía, para decidir qué pasa y qué no, es el que más probablemente acabará depravado?

¿Han oído algún orador de los oponentes a ésta moción, elocuentes como fueron, a quién le delegarían la tarea de decidir por ustedes lo que pueden leer? ¿A quién le darían el trabajo de decidir por ustedes, de relevarlos de esta responsabilidad de escuchar lo que pudieran? ¿Saben de alguien? Manos arriba. ¿Saben de alguien a quién darle este trabajo? ¿Hay algún nominado?

¿Quieren decirme que no hay nadie en Canadá lo suficientemente bueno para decirme qué puedo leer? ¿O escuchar? No tenía idea. Pero hay una ley que dice que debe existir tal persona—o una insignificante sub-sección de una ley; les está invitando a ser mentirosos e hipócritas y de negar lo que evidentemente ya saben.

Acerca de este instinto censurador: ya básicamente sabemos todo lo que debemos saber, y lo hemos sabido por un largo tiempo. Viene de una vieja historia de otro gran inglés—mis disculpas por ser tan particular sobre esto esta noche—, el Doctor Samuel Johnson, el gran lexicógrafo, compilador del primer gran diccionario del idioma inglés. Cuando estuvo completo, el Dr. Johnson fue visitado por varias delegaciones de personas para felicitarlo: por los nobles, los comunes, los Lords y también por una delegación de respetables damas de Londres, que atendieron a sus aposentos y lo felicitaron.

“Dr. Johnson,” dijeron, “queremos felicitarlo por no incluir palabras indecentes ni obscenas en su diccionario.”

“Damas,”respondió Johnson, “quiero felicitarlas por ponerse a buscarlas”.

Cualquiera que pueda entender esa broma—y me complace ver que aproximadamente 10 por ciento de ustedes pueden—entiende la cuestión sobre la censura, especialmente la restricción previa, como se le conoce en los Estados Unidos, y donde está prohibida por la Primera Enmienda de la Constitución. No puede ser determinado con anticipación cuáles expresiones pueden ser aptas o no aptas. Nadie tiene el conocimiento que se requeriría para hacer esa determinación y, más al grano, uno tiene que sospechar los motivos de aquellos que dicen que sí. En particular, aquellos que están determinados a ser ofendidos, aquellos que hurgarán un tesoro de inglés como el primer diccionario del Dr. Johnson en busca de palabras sucias, para satisfacerse a sí mismos y algún instinto del que no me atrevo a especular...

Ahora, estoy absolutamente convencido de que la principal fuente de odio en el mundo es la religión y la religión organizada. Absolutamente convencido. Y estoy feliz de que aplaudan, porque es un gran problema para quienes se oponen a esta moción. ¿Cómo van a prohibir la religión? ¿Cómo van a detener la expresión del odio religioso, el desprecio y el prejuicio?

Hablo como alguien que es un blanco regular de esto, y no sólo de forma retórica. He sido objeto de varias amenazas de muerte y puedo decir que, a poca distancia de donde vivo actualmente en Washington, hay dos o tres conocidos míos y de ustedes que no pueden ir a ningún lado sin un contingente de seguridad, debido a las críticas que han hecho de un monoteísmo en particular. Y esto, en la ciudad capital de los Estados Unidos.

Así que sé de lo que estoy hablando. Y también debo notar que las personas que me llaman y me dicen que saben dónde vivo y dónde mis hijos van a la escuela (y obviamente saben mi teléfono); y que me cuentan lo que van a hacerles a ellos, a mí y a mi esposa; y a quienes debo tomar en serio, porque ya se lo han hecho a personas que conozco; son justamente éstas las personas que van a buscar la protección de una ley contra la libre expresión si digo lo que pienso de su religión, lo cuál ahora voy a hacer.

Esto, porque no tengo lo que pudiera llamarse un prejuicio étnico, ni ningún rencor de ese tipo; puedo llevarme bien con prácticamente cualquiera de cualquier origen, orientación sexual o lenguaje—excepto gente de Yorkshire, por supuesto, que son completamente intratables—y estoy empezando a resentir la confusión que se nos está imponiendo ahora—y ha habido algo de ella ésta noche—entre creencia religiosa, blasfemia, etnia, profanidad y lo que uno pudiera llamar “etiqueta multicultural”.

Es muy común estos días que la gente use la expresión “racismo anti-islámico”, como si un ataque sobre una religión fuera un ataque sobre una etnia. La palabra islamofobia está de hecho comenzando a adquirir el oprobio que alguna vez se reservó para el prejuicio racial. Esta es una sutil y muy molesta insinuación que debe ser enfrentada de frente.

¿Quién dijo 'y qué si Falwell odia a los jotos'? ¿Qué tal si la gente actúa en base a eso? La Biblia dice que hay que odiarlos. Si Falwell dice que lo dice en la Biblia, tiene razón. Y sí, podría hacer que la gente salga y use violencia. ¿Qué van a hacer al respecto? Están en contra de un grupo de gente que dirá: “Si tocan nuestra Biblia nosotros le llamamos a la policía de las expresiones de odio.” ¿Y qué van a hacer cuando se hayan creado esa trampa para ustedes mismos?

Alguien dijo que la noche de Kristallnacht en Alemania fue el resultado de diez años de odio contra los judíos. ¿¡Diez años!? ¡Deben estar bromeando! Fue el resultado de 2000 años de cristianismo, basados en un verso de un capítulo del Evangelio de San Juan, que llevó a un pógrom tras otro, cada Pascua de cada año, durante cientos de años. Y esto, porque dice que los judíos demandaron que la sangre de Cristo se derramara sobre sus cabezas y las de sus hijos hasta la última generación. Esa es la licencia y la incitación para los pógromes contra los judíos. ¿Qué van a hacer acerca de eso? ¿Dónde está su insignificante sub-sección ahora? ¿Dice que hay que censurar a San Juan?

¿Creo yo, que he leído a Freud y entiendo cuál es el futuro de una ilusión, y que sé que la creencia religiosa es inerradicable siempre que seamos una estúpida, pobremente evolucionada especie mamífera, que una ley Canadiense va a resolver este problema? ¡Por favor!

No, nuestro problema es éste: nuestros lóbulos prefrontales son demasiado pequeños. Y nuestras glándulas adrenales son demasiado grandes. Y nuestro pulgar oponilble no es tan fabuloso. Estamos asustados de la oscuridad, y asustados de morir, y creemos en verdades de libros sagrados tan estúpidas y tan fabricadas, que cualquier niño puede—y todos lo hacen, como se nota por sus preguntas—ver a través de ellas. Y creo que debería—hablando ahora de la religión—ser tratada con burla, odio y desprecio. Y reclamo ese derecho.

Ahora, no nos andemos con rodeos. No todos los monoteísmos son iguales, por el momento. Todos están basados en la misma ilusión, todos son plagios uno del otro, pero hay uno que al momento está proponiendo una seria amenaza no solo para la libertad de expresión, sino para otras libertades también. Y esta es la religión que exhibe el terrible trio de auto-desprecio, auto-rectitud y auto-lástima. Hablo del Islam militante.

Globalmente, es un poder gigante. Controla una gran fortuna petrolera, varios países grandes y de gran fortuna; bombea una ideología de Wahabismo y Salafismo alrededor del mundo, envenenando sociedades a donde vaya; arruina la mente de los niños, atrofiando a los jóvenes en sus madrasas; entrena a la gente en la violencia, creando una cultura de la muerte, el suicidio y el homicidio. Éso es lo que hace globalmente, y es bastante fuerte. En nuestra sociedad, posa como una rastrera minoría, cuya fe pudiera uno ofender, y que merece toda la protección que un grupo pequeño y vulnerable pudiera necesitar.

Hace declaraciones bastante grandiosas para sí, ¿verdad? Dice que es la revelación final. Dice que Dios habló con un comerciante analfabeta en la Península Arábiga tres veces, a través de un arcángel; y que el material resultante—que fue evidentemente plagiado en gran parte del Viejo y Nuevo Testamento, ineptamente—ha de ser aceptado como revelación divina, última e inalterable; y que quienes no acepten esta revelación deben ser tratados como ganado, infieles, propiedad, esclavos y víctimas.

Bien, pues les digo algo: no creo que Mahoma haya escuchado esas voces. No lo creo. Y la probabilidad de que yo tenga razón, opuesta a la de que un comerciante que no sabía leer tuviera pedazos del Viejo y Nuevo Testamento re-dictados a él por un arcángel, me da la posición mucho más cercana de estar objetivamente en lo cierto.

¿Pero quién está bajo amenaza? ¿La persona que propaga esto y dice que más vale que escuche porque si no estoy en peligro? ¿O yo, que digo que esto es tan absurdo que hasta se le puede hacer una caricatura?

Y ahí van las pancartas y los gritos: “¡Decapítenlos!” Esto es en Londres, en Toronto, en Nueva York, están entre nosotros ya. “¡Decapiten a quienes ofendan al Islam!”


¿Se les arresta por expresiones de odio? No. ¿Puedo estar en problemas por lo que acabo de decir sobre el profeta Mahoma? Sí, podría. ¿Dónde están sus prioridades, damas y caballeros? Están regalando lo que es más preciado en su propia sociedad, y lo están regalando sin siquiera dar pelea, y hasta están enalteciendo a quienes les quieren negar el derecho a resistirlo. Deberían avergonzarse de esto. Hagan lo mejor que puedan con el tiempo que queda. Esto es realmente serio.

Ahora, vean donde quieran—porque hemos tenido invocaciones de una tonta y enferma especie hoy a nuestra simpatía: “¿Qué hay de los pobres jotos? ¿Qué hay de los pobres judíos, las mujeres que no pueden con el abuso, los esclavos y sus descendientes, y las tribus que no sobrevivieron y a quienes se les dijo que su tierra estaba perdida?”

Miren la esclavitud del mundo, la sumisión de las mujeres como ganado, la quema y ejecución de homosexuales, la limpieza étnica, el antisemitismo; para todo esto, basta con mirar no más allá de un libro famoso en cada púlpito de esta ciudad, y en cada sinagoga y en cada mezquita. Y entonces vean si pueden cuadrar el hecho que la fuente de todo este odio es también el agente que más pide censura. Y cuando den cuenta que, por lo tanto, esta noche están enfrentados con una gran falsa antítesis, espero que eso de todos modos no los detenga de darle a la moción ante ustedes el entusiasta respaldo que merece.

Muchas gracias.

Buenas noches.



2019-12-10

Quiero mi neoliberalismo como estaba




Se acaba de cumplir el primer año de la presidencia de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en México y, aunque ya habrá a estas alturas incontables evaluaciones por periodistas y politólogos profesionales al respecto, quisiera agregar la mía a la lista. Me parece una oportunidad para sintetizar muchas de las ideas que ya están argumentadas aquí en otras partes de AutóMata, ahora señalando algunos ejemplos concretos del México actual. Aún así, creo que habrá mucho material útil para escuchas de otros países, pues mucho de lo que quisiera discutir es aplicable a nivel global y especialmente latinoamericano.

*   *   *

Como introducción, voy a condensar mucho material que pueden consultar aquí mismo en AutóMata, en los artículos El Opio de los intelectuales, ¿Qué queda de la izquierda?, El centro de la herradura, Chairocracia y Proteger a la democracia. Los puntos principales los puedo agrupar en tres:

Primero, hay que redefinir al centrismo. Casi siempre, se entiende por centrismo la práctica de mirar hacia ambos lados del espectro político, encontrar el punto medio, pararse ahí, y cantar victoria. También casi siempre, esto es percibido por todos como una manera perezosa y/o cobarde de mantenerse en la indefinición política, “ni muy muy ni tan tan”, como decimos en México. Pero el centrismo, como yo lo voy a usar de aquí en adelante, es completamente distinto: se refiere a desacoplar la discusión de políticas públicas de las etiquetas que éstas pudieran tener. En principio, es irrelevante si un argumento es de izquierda o derecha, moderado o extremo, socialista o libertario. Lo que importa son dos cosas: cuál es el argumento y cuál es la evidencia que lo respalda. Su lugar en el espectro político, como lo entiende casi todo mundo, es irrelevante. Hace un siglo era una posición extrema decir que las mujeres deberían poder votar, pero ya no. Así que la percepción de una posición como extrema o moderada me es indistinta; lo mismo que si proviene de un punto de vista socialista, libertario, teológico, anarquista, feminista, o lo que fuere. Sigo queriendo saber las mismas dos cosas: cuál es el argumento, cuál es la evidencia.

Ahora, en la práctica, como la vida es corta y hay argumentos y autores que una vez tras otra demuestran su competencia o falta de ella, hay argumentos que sí voy a mover al frente de la fila de mi consideración y otros que pondré al final usando su etiqueta o su autor. Por morbo o curiosidad acabo leyendo algunos de esos de todos modos, nomás para saber qué creen los idiotas del mundo. A veces hasta salgo sorprendido para bien.

El segundo punto es que el espectro político no es una línea que va de extrema izquierda a extrema derecha, con comunistas de un lado y fascistas de otro. Probablemente no es una línea sino un paisaje de muchas dimensiones, en el que se dan todo tipo de combinaciones de posturas que no encajan en la visión tradicional de izquierda y derecha. Si uno insistiera en una imagen sencilla que reemplazara al espectro izquierda-derecha, esta imagen no sería una línea, sino una herradura: en sus extremos, la izquierda y derecha se juntan, porque creen y quieren muchas de las mismas cosas y ambas están lejos, más que una de la otra, del centro. Al centrismo soso que mencioné antes le tienen desprecio; al que propuse en el punto anterior, le tienen miedo.

La herradura política también es útil para introducir un segundo eje en el que se mueven las posturas políticas: la ideologización de la política. Es imposible llegar llegar a las posturas de los extremos políticos sin algún tipo de ideología, entendida ésta como una visión y comprensión total de cómo funciona el mundo y cómo debería funcionar, a partir de un sistema creado por algún intelectual, político o líder religioso. Los ideólogos creen entender lo que los expertos no, o haber descubierto secretos políticos o humanos que los hacen superiores a la gente común y, sobre todo, a los expertos tradicionales. Una manera rápida de entender lo que digo es que las ideologías son el análogo político de las pseudociencias. El centrismo político al que me suscribo puede resumirse fácilmente como el rechazo a la ideología. Por eso los extremos lo odian tanto: nada es tan molesto para ellos como alguien que hace preguntas específicas sobre lo que creen y por qué, como: ¿cómo lo vas a pagar? ¿puedes dar un ejemplo de cuándo ha funcionado eso antes? ¿qué van a hacer con los que estén en desacuerdo?

El tercer punto que hay que mencionar antes de hablar propiamente de México es algo que yo describiría como empirismo político: la humanidad ya intentó cientos de combinaciones de sistemas políticos, económicos, culturales y religiosos y a estas alturas ya sabemos lo que funciona y lo que no. Los detalles específicos pueden variar de un país a otro, pero básicamente los lugares donde la gente sí quiere vivir tienen un capitalismo fuerte y una república democrática, también fuerte, que le cobra impuestos para financiar un estado de bienestar (educación, salud, seguridad...). Esos países donde la gente sí quiere vivir, esos que uno ve en listas de los más felices, los más libres, los de mayor calidad de vida, todos son así. Los países que explícitamente rechazan ese modelo son los países de los que la gente se sale nadando, y donde nada funciona bien mas que la maldita policía secreta y los campos de concentración. Esto no es una cuestión de opinión: es algo que a estas alturas ya sabemos, porque tenemos los datos.

Entre los países desarrollados, Estados Unidos está a media tabla en muchas medidas porque tiene capitalismo y democracia pero sin estado de bienestar—algo muy parecido a Chile, por cierto—. Suecia y Dinamarca siempre están en los primeros lugares porque tienen mucho de los tres, seguidos de cerca por los otros países nórdicos, Canadá y Australia. Ciento ochenta países más abajo están Venezuela y Corea del Norte porque no tienen ninguna de las tres cosas y activamente se esmeran por no tenerlas.

En la herradura política, el eje ideología-centrismo bien pudiera traducirse a incompetencia-competencia: competencia para implementar el modelo que ya sabemos que funciona y que comunismo, fascismo, anarquismo y demás son incompetentes para implementar por definición, precisamente porque lo rechazan, o al menos alguno de sus elementos fundamentales. En esta visión, ubicar al populismo en el mapa político es fácil, porque se caracteriza por su rechazo a los expertos: expertos de la política y de todo lo demás. Siendo caritativos, su ideología es que una persona cualquiera debería estar a cargo de la política y podría lograr grandes cosas usando su sentido común, si las élites malvadas tan solo se hicieran a un lado y la dejaran. Siendo más duros, la ideología del populismo es la incompetencia y la inexperiencia como virtudes. En cualquier caso, en la herradura está del mismo lado que fascistas y comunistas.

*   *   *

De los tres ingredientes, México tiene los comienzos de cada uno. La parte capitalista es la que se ha desarrollado por más tiempo, pero aún le faltan elementos básicos como medidas antimonopólicas, sindicatos que realmente protejan a sus trabajadores y, hoy más que nunca, condiciones básicas de seguridad para poder operar en paz, entre otras. Pero el capital humano, los recursos naturales y la inversión a la espera de buenas oportunidades están ahí, latentes.

La democratización del país es lo que más rápido ha avanzado en los últimos 25 o 30 años, aunque eso no es mucho decir porque pasamos de democracia cero a solo un poco. Ya existe una pluralidad de partidos en el poder a todos los niveles de gobierno—cosa impensable en el México de los 70s, digamos—pero, salvo algunos ligeros matices en sus posiciones sociales, gobiernan de la misma manera semi-incompetente y corrupta. Algunas elecciones son impugnadas en cada ciclo, pero básicamente hay confianza de que los votos son contados y, a grandes rasgos, gana el que más votos obtuvo, aunque quizá los haya comprado. En particular, en los últimos años hemos visto algunas instancias de una verdadera separación de poderes, sobre todo con decisiones de la Suprema Corte contrarias a la voluntad del Presidente y el Legislativo (un caso reciente fue la Ley de Seguridad Interior en el sexenio pasado, que fue declarada inconstitucional por la Corte).

El estado de bienestar siempre ha sido raquítico aquí. Aunque todos los que tengan un empleo formal tengan derecho a atenderse en centros de salud pública, esto solo lo hacen quienes viven en la precariedad económica. Quienes pueden pagar por atenderse con privados lo hacen casi sin excepción. La educación es un caso similar, aunque la diferencia entre privado y público está más en el estatus social que en el contenido: en ambos, México está reprobado. Igual que en el resto del mundo, la pirámide demográfica se está invirtiendo lentamente en México y se ha transitado a un sistema individual de ahorro para el retiro, con el pequeño gran problema de que la cultura de ahorro en México es escasa. Cantidades raquíticas del sueldo bruto de un trabajador se destinan automáticamente a su retiro, salud y vivienda a menos que éste voluntariamente las aumente, disminuyendo su ingreso neto mensual. Además, prácticamente la mitad de quienes trabajan en México lo hacen en la informalidad—un eufemismo para la ilegalidad—por lo que muchos no tendrían acceso ni siquiera a estos míseros mecanismos de ahorro y seguridad social y, además, contribuyen poco o nada a la construcción de servicios e instituciones públicas.

*   *   *

Con todo y lo anterior, México ha logrado mejoras importantes en su camino a salir del subdesarrollo. Si te fuera asignado tu lugar de nacimiento por sorteo y te tocara México, podrías estar mucho peor. La frustración que tenemos los mexicanos es que llevamos décadas—no, quizá todo el siglo pasado—pensando que ahora sí, dentro de poco, al fin vamos a subir de categoría. Sí hay algunas mejoras, pero no nos vemos más cerca de los países desarrollados que antes: la brecha se mantiene. En los tres ingredientes aplican múltiples expresiones mexicanas: “ahí la llevamos”, “ni muy muy, ni tan tan”, “estamos menos peor”, “peor es nada”, “ya merito”. En reportajes extranjeros siempre he notado que se resalta a México por su estabilidad. Para los que estamos adentro, México es establemente mediocre.

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Y entonces, en el verano de 2018, con más del 50% de los votos en elecciones libres y limpias (al menos a nivel presidencial), ganó AMLO en su tercer intento y tras casi 18 años de campaña formal o informal ininterrumpida. Igual que Trump en 2016, AMLO no ganó porque fuera el mejor candidato. Ganó por la frustración general entre quienes habían votado por los otros "mejores" candidatos en elecciones anteriores sin resultado. Yo voté por él en 2006 y 2012, primero convencido de que era el mejor candidato y después como voto de protesta contra el tipo claramente incompetente y corrupto que entonces iba a ganar, Enrique Peña Nieto. En esta última ocasión me pareció claro, dado todo lo que he expuesto arriba y tras ver muchos debates y entrevistas con AMLO previo a la elección, que era necesario votar activamente contra él. Me apreté la nariz y voté por el que entonces iba en segundo lugar. No quedó ni cerca.


Sigo la política en Estados Unidos igual o más que la mexicana, y los paralelos con Trump son extraordinarios y, a veces, AMLO lo supera de manera preocupante. Decía Woody Allen que lo bueno de ser inteligente es que puedes fingir ser tonto cuando te conviene, mientras que al revés es imposible. Trump demuestra lo que pasa cuando un idiota pretende ser un genio; AMLO demuestra lo que pasa cuando ni siquiera lo intenta. Trump cree que es altamente competente cuando no lo es; AMLO de plano dice que la competencia no importa, porque gobernar no tiene ciencia. Trump tiene algunos libros a su nombre, obviamente escritos por alguien más, porque él no puede completar un enunciado hablado ni escrito correctamente y no tiene ideas propias; para desgracia de AMLO, parece ser que sí fue él quien escribió sus libros, plasmando su conspiranoia e ignorancia para la posteridad, con todo y faltas de ortografía. Trump alardea de la genialidad que no tiene; AMLO, de la ignorancia que sí tiene. Para AMLO y su partido, MORENA, la competencia es un corrupto requisito burgués neoliberal.

De hecho, todos los problemas de México son, dice AMLO, por culpa del neoliberalismo. Dudo que él pueda definir el término, aunque en cierto modo ya no importa mucho porque es solo un insulto para la política que no le gusta, que en el caso de AMLO es todo antes de que estuviera él. Basta con decir que su opinión la comparte con fascistas y socialistas por igual. Lo mismo ocurre con la palabra "conservador", que para AMLO significa todos los que quieran preservar lo que había antes de su gobierno (incluyendo todo lo que en otras partes del mundo sería visto como progresista, como las estancias infantiles y refugios para mujeres víctimas de violencia doméstica, ambos ya dejados sin financiamiento).

Sabemos que no conoce el significado de esas las palabras porque él mismo tiene políticas neoliberales y, sobre todo, conservadoras. Los recortes gubernamentales, sean de personal o de financiamiento a programas públicos, son thatcherianos en su neoliberalismo. El uso de recursos públicos para adoctrinamiento religioso es un ejemplo clásico de conservadurismo. En una declaración extraordinariamente reveladora del embrollo que es su mente ignorante y conservadora, culpó al neoliberalismo del aumento en los divorcios. Ya muchos han señalado que sus conferencias de prensa son básicamente homilías, con todo y referencias religiosas explícitas y comparaciones de sí mismo con Cristo.

La lista de desaciertos en AMLO, su gabinete y sus seguidores es interminable. Lo más preocupante para mí ha sido su constante descalificación de la prensa y el desprecio por el conocimiento y quienes lo poseen, especialmente científicos e intelectuales. Eso, y que no parece haber un plan coherente en lo que hace. Cuando los socialistas se proponen arruinar un país, al menos tienen un plan. AMLO es tan incompetente que ni siquiera es socialista.

Pero bueno: ¿tras todo esto, estamos más cerca de completar los tres ingredientes con AMLO? ¿Será, quizá, el genio que juega ajedrez en cuatro dimensiones como sus sicofantes alegan? Al menos con Trump, por mérito suyo o no, la economía de E.U. ha crecido en cada año que él ha estado. Acá no hay señales de que las cosas vayan bien: ni a la mediocridad anterior, eso que yo quise preservar con mi mediocre voto, llegamos ahora. El 2% de crecimiento anual que teníamos es ahora 0% (si tomamos en cuenta el crecimiento de la población en lo que va del año, ya estamos en números negativos). Tras haber prometido en campaña 6% de crecimiento anual, luego revisarlo a la baja a 4% ya en el poder, ahora AMLO pide más tiempo y, para colmo, dice que no importa el crecimiento y que ahora la riqueza está mejor distribuida, gracias a su incansable lucha contra la corrupción (¿cuál?) y la mejor distribución de la riqueza (repartiendo dinero).

(Un pequeño experimento con una calculadora y un poco de imaginación ayuda a entender por qué esto es ridículo: si tomáramos los 60 mil millones de dólares de Carlos Slim, hombre más rico de México, los convirtiéramos a pesos suponiendo 20 pesos por dólar y los repartiéramos entre 120 millones de mexicanos, ¿cuánto nos tocaría? Respuesta: un pago único de 10 mil pesos, o 830 pesos al mes por un año. Es mejor que nada, pero nadie va a salir de la pobreza con eso, y además se habrán creado muchos pobres más, empezando por el mismo Slim y sus (des)empleados, en México y más allá. Redistribuir no es sustituto para crecer, y la igualdad económica no sirve de nada si es igualdad de miseria.)

Por el lado de la república democrática que le cobre impuestos a esa magra economía las cosas no se ven bien tampoco, porque AMLO, supuestamente de izquierda, se niega a aumentar impuestos. Y menos cuando su jefe de gabinete es uno de los principales contratistas de su propio gobierno (y de los anteriores, esos corruptos neoliberales que nada hacían bien). Ya tuvimos dos ejemplos de votaciones en el Legislativo en las que se siguió la línea directamente marcada por el presidente: la presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos fue votada (con fraude) a pesar de violar la ley claramente: es abiertamente aduladora del presidente y militante de MORENA, partido de AMLO. Y para la Suprema Corte AMLO mandó, y logró que se aprobara, ¡a la abogada del antes mencionado jefe de gabinete contratista! Eso no es separación de poderes...

En el estado de bienestar, tenemos la abierta simulación, en el mejor de los casos. AMLO se ha enfocado a desmantelar los programas que realmente funcionaban y ayudan gente (como las antes mencionadas estancias infantiles y los albergues para mujeres violentadas), pero al mismo tiempo reparte dinero en una estrategia que hasta un populista reconocería como compra de votos a la antigua: hoy te doy una limosna, mañana votas por mí. La estrategia es igual que la de Chávez en Venezuela: que los pobres sigan pobres, pero contentos.

Ilustración: Víctor Solís en Nexos.

El de por sí preocupante número de homicidios llegará este año a un máximo histórico de 34,500, unos 29 homicidios por cada 100 mil habitantes. Para comparar, en Estados Unidos, ese país loco con más armas que habitantes y tiroteos en escuelas, en 2018 se tuvieron 16,000 homicidios repartidos entre 330 millones de habitantes, dando una tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes de 5. Así que, por la parte de seguridad, el bienestar no va a llegar tampoco.

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Sé de muchas personas, algunas nada tontas, que votaron por AMLO y ya están arrepentidas. Algunas pocas todavía se aferran, o reconocen los desaciertos pero inventando pretextos, como que iba a ser igual con los otros candidatos o que AMLO necesita más tiempo. Como sea, su popularidad ha bajado muy poco a poco y todavía se mantiene por arriba del 60%. He escuchado a varios analsitas decir que AMLO es un genio de la comunicación, cosa que explica su popularidad relativamente estable. A mí esto me parece ridículo. Una cosa es que sea un genio de la comunicación política, y otra es que haya millones de personas igual de tontas e ignorantes que él, que en México sobran: los chairos, que básicamente ya no tienen remedio y constituyen el voto duro de AMLO, usualmente de un 25 a 30%, unidos a gente simplemente desinformada. Se entiende: Trump nomás no baja de un 35 a 40% tampoco. Y eso que es Trump.

En fin, creo que ahora solo queda prepararse para la siguiente ronda de elecciones, en 2021, y siempre teniendo en mente los ingredientes necesarios: capitalismo, república democrática, estado de bienestar. Ante todas las políticas propuestas por los candidatos, la pregunta siempre debería ser qué tanto nos acercan o nos alejan de avanzar en esos tres rubros. Todos los votos son voto útil.

AMLO tipo estuvo jode y jode y jode por 18 años con que él sabía qué hacer, y resulta que llegó al trabajo a pedir tiempo para aprender. A estas alturas ya está claro que los corruptos neoliberales, sea lo que sea que signifique eso, eran los menos peores. Si hubieran ganado la presidencia México hubiera seguido básicamente igual, jodido, pero cada vez menos. Venezuela es el ejemplo más reciente y claro de que siempre se puede estar peor. ¿Qué pensarán del neoliberalismo allá por estos tiempos, que no les alcanza ni para el alambre de púas?

Tomado del monero Calderón.