2020-04-06

El comienzo del infinito


Siempre que ha habido progreso, ha habido pensadores influyentes que negaron que fuera genuino, que fuera deseable, o incluso que el concepto fuera significativo. Debieron saber que no es así. Sí hay, de hecho, una diferencia objetiva entre una explicación falsa y una cierta, entre el fracaso crónico al resolver un problema y su solución, y también entre lo malo y lo bueno, lo feo y lo bello, el sufrimiento y su alivio—y por lo tanto, entre el estancamiento y el progreso en su más amplio sentido—.
—David Deutsch
The Beginning of Infinity
Comparado con otros físicos, sé bastante más sobre—y valoro mucho más—la filosofía de la física y de la ciencia en general. Comparado con los expertos en el tema, creo que soy todavía un principiante pasando a nivel intermedio. Entender cómo es que la ciencia funciona es de suma importancia porque ésta es el motor de la civilización y, para bien o para mal, nos da cada vez más poder sobre nuestro entorno y sobre nosotros mismos.

El libro The Beginning of Infinity (El comienzo del infinito), del físico teórico David Deutsch, me pone en una posición algo incómoda: es tan deslumbrante y contundente, que pareciera que Deutsch ya explicó todo lo que había que explicar sobre el conocimiento y cómo la ciencia lo genera. Como todavía no he pasado por el canon completo de literatura especializada sobre el tema, pudiera ser que simplemente estoy apantallado por lo novedoso que me parece su visión, dada mi ingenuidad; por otro lado, pudiera ser que Deutsch realmente tiene tanta razón que, de aquí en adelante, todo lo que lea sobre el tema me parecerá obvio, ocioso, equivocado o, como decimos en la física, ni siquiera equivocado. Eso sería terrible dada una que otra docena de libros que pensaba leer sobre el tema y que temo que ahora sean, simplemente, una pérdida de tiempo.

Me preocupa que el tronco sobre el que se sostiene mucha de la filosofía de Deutsch viene de Karl Popper que, si bien fue uno de los grandes pensadores en epistemología y filosofía de la ciencia, esto fue hace casi medio siglo. Sabemos mucho más de lo que sabíamos hace 50 años, y me preocupa que en alguno de esos libros que siguen en mi lista se encuentre la falla mortal de la visión de Popper y que toda la bella construcción de Deutsch se desmorone. En cambio, me tranquiliza que Deutsch tiene a su nombre varias publicaciones en revistas serias de filosofía de la ciencia y de la física, que el tipo es una leyenda en lo que se refiere a la teoría de la computación cuántica (él la fundó) y, por lo que he leído y escuchado de él en artículos, pláticas y entrevistas, el tipo es claramente un genio y sumamente bien leído y culto.


Dí con El comienzo del infinito por una serie de recomendaciones que le he escuchado a intelectuales y científicos en diversos podcasts y artículos. Siempre había una cierta reverencia por Deutsch y su libro, y eso me bastó para procurarlo (ahora también conseguí su obra anterior, The Fabric of Reality, pero apenas lo voy a empezar). Una vez que el impacto de los primeros capítulos de Deutsch se me fue pasando ya me pude detectar en cierto desacuerdo en algunas cosas, que mencionaré cuando lleguemos a ellas. Pero definitivamente es un libro impactante—modulo las reservas que mencioné antes—y que volveré a leer, probablemente muchas veces.

Siendo alguien que trata de entender y explicar cosas lo mejor posible, este es el tipo de libro que me hace sentir sumamente incompetente. Deutsch es tan claro, brillante y extraño que pareciera que bajó un extraterrestre a finalmente explicarlo todo con manzanas a los tontitos como yo. A partir de lenguaje sencillo y definiciones sin rodeos, Deutsch construye toda una teoría del conocimiento—una epistemología–y de paso la despliega no solamente para explicar qué es la ciencia y cómo funciona, sino que también la aplica a la política, la ética y aun a la estética.

En el Episodio 11 revisamos The Big Picture de Sean Carroll, también físico teórico, y que abarca muchos de los mismos temas desde el "naturalismo poético"; ha sido sumamente provechoso para mí comparar y contrastar a Carroll con Deutsch. Incluso aproveché que soy suscriptor al podcast de Carroll y en su episodio más reciente de "pregunta lo que sea" le pregunté (43:10 o 43:35 acá) sobre una de sus discrepancias con Deutsch, acerca de la validez del pensamiento bayesiano. Carroll contestó que no esta seguro de entender la crítica de Deutsch por completo, así que no puede defenderse de Deutsch tan bien como quisiera aparte de decir que el razonamiento bayesiano le parece tan incontrovertible que no entiende cómo Deutsch pudiera estar en desacuerdo (Deutsch lo rechaza como una extensión del induccionismo, que es deducir conclusiones lógicas a partir de regularidades en patrones de la naturaleza; regularidades que se pueden interrumpir). Curiosamente, en las cosas en las que ellos están de acuerdo es en donde yo difiero de ambos, específicamente, la Teoría de Muchos Mundos de la mecánica cuántica. Pero ya llegaremos a eso.

Como Carroll, ayuda que Deutsch es un gran escritor, aunque el tono conversacional y amigable de Carroll se convierte en uno más declarativo y extremadamente sutil con Deutsch. Es fácil, dado el lenguaje relativamente sencillo, leer declaraciones absolutamente radicales o geniales, no darse cuenta, y tener que regresar. Para esto me fue de gran ayuda el podcast del australiano Brett Hall, TokCast, dedicado a repasar el libro capítulo por capítulo, aunque él todavía no lo ha terminado de repasar.

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Para Deutsch, el conocimiento es un acto creativo que proviene de la construcción de mejores y mejores explicaciones sobre el mundo, donde una explicación es una aseveración acerca de qué hay en el mundo y cómo se comporta. Las explicaciones, que ya desarrolladas y agrupadas se llaman teorías, se construyen a partir de un ciclo de conjeturas y críticas. Esto es, las explicaciones se adivinan y luego se ponen a prueba. Todas las teorías son consideradas potencialmente equivocadas, por lo que seguramente se les encontrará un error en algún punto, dada la crítica suficiente. A la idea de que no existen fuentes autoritativas de conocimiento ni justificaciones inapelables se le conoce como falibilismo. El falibilismo es lo que permite que las mejoras a las teorías siempre sean posibles, porque ninguna es definitiva. El falibilismo contrasta especialmente con la definición platónica de conocimiento, creencia justificada y cierta, pues niega que existan justificaciones suficientes para cualquier cosa (porque siempre se puede cuestionar la justificación de la justificación).

Además, los conflictos entre distintas ideas—distintas teorías—son la fuente de problemas que hay que resolver. Solucionar un problema significa crear explicaciones que no tengan estos conflictos y así se logra el progreso.

En el falibilismo la evidencia no sirve para inducir o deducir teorías. Sirve para que, dadas las teorías (que fueron obtenidas por conjetura), podamos elegir entre ellas. Las mejores teorías son las que mejor explican la evidencia. ¿Y en qué consta, precisamente, decir que una teoría es mejor que otra? Para empezar, una buena explicación es difícil de variar, porque cada elemento de ella tiene una función específica ligada a la evidencia. Además, las teorías tienen alcance pues, si explican algo suficientemente fundamental, serán aplicables a muchas situaciones aparte de la que buscan aclarar inmediatamente. Va un ejemplo, tomado del mismo Deutsch:

¿Qué provoca las estaciones? En la antigüedad, el clima se creía ligado a los poderes de los dioses. Hacía frío o calor, soplaba el viento o llovía, porque de alguna manera los dioses y sus acciones estaban ligados al clima. En la mitología griega, el invierno era provocado por la tristeza de la diosa Deméter ante la ausencia cada año de su hija, Perséfone, que había sido raptada por Hades, dios del inframundo y, como parte del acuerdo para su liberación, estaba obligada a visitarlo cada año. Pero los roles de los dioses se podrían cambiar, e incluso los dioses mismos, sin afectar la explicación. Pudiera ser que Perséfone y Hades tuvieran sus propios poderes y que cada año uno caliente la tierra y el otro la enfríe, y que Deméter ni siquiera participe. Pudiera ser, por otro lado, que el dios nórdico Freyr, dios de la primavera, estuviera en guerra con las fuerzas del frío y la oscuridad y las estaciones reflejaran su éxito o derrota. Podemos hacer tantas variantes sobre los componentes de estas explicaciones como queramos porque ninguno es necesario: cualquier regularidad en el comportamiento de cualquier dios da igual. Los detalles de cada uno de estos mitos están apenas conectados a los fenómenos que buscan explicar y por eso son tan fáciles de modificar (y por eso hay tantos mitos distintos).

Ahora consideremos una explicación mejor: la Tierra es redonda y su eje está inclinado respecto al Sol. A medida que la Tierra transita su órbita alrededor del Sol, sus hemisferios reciben cantidades distintas de luz, y por lo tanto experimentan más o menos calor. Los días se hacen más largos y calurosos en un hemisferio al mismo tiempo que en el otro se hacen más cortos y fríos, mientras que hay zonas en la Tierra que por su latitud no notan gran diferencia en la luz que reciben cada año. Estos desequilibrios de energía recibida y emitida por distintas regiones de la Tierra son lo que percibimos como el cambio en las estaciones.

Si modificamos cualquier elemento de la explicación, ésta se desmorona. Si la Tierra no es redonda, o si no está en órbita alrededor del Sol, de nada sirve que esté inclinada. Además, la teoría tiene un gran alcance: cualquier planeta en órbita de cualquier estrella tendrá estaciones si es redondo y si su eje está inclinado, y las estaciones necesariamente son contrarias en sus distintos hemisferios. Dada suficiente inclinación, habría regiones del planeta en las que nunca se ponga el Sol, o donde nunca salga. Si uno quiere construir un reloj solar, de alguna manera tendrá que tomar en cuenta estas variables, aunque no le interese saber sobre las estaciones ni el clima. Y así. El alcance de esta explicación es, muy literalmente, cósmico.

Ambas explicaciones, la mitológica y la geológica, se pueden poner a prueba mediante observaciones o experimentos. Pero, dado que la mitología está solamente superficialmente ligada a lo que busca explicar, se puede cambiar a gusto. Si los antiguos se hubieran dado cuenta que en lugares lejanos era invierno cuando ellos tenían verano, pues hubieran inventado que sus dioses mágicamente podían viajar y ya. Sus explicaciones se pueden variar fácilmente y por eso son malas. Ante cualquier evidencia inconveniente, simplemente agregan otro dios que hace otra cosa caprichosa y ya, el resto es magia. Cuando las malas explicaciones son contradecidas por la evidencia y se modifican fácilmente, quienes las creen no se acercan más a la verdad. Pero cuando una buena explicación no cuadra con la evidencia, sus proponentes no tienen opción más que crear otra fundamentalmente distinta y, dadas suficientes iteraciones, llegarán a una mejor.

Es importante que, si una explicación es mala, no hace falta ponerla a prueba para descartarla. Desde que uno ve que es fácil de variar y por lo tanto tiene poco o nada de poder explicativo se puede dar por inútil. En la ciencia la mayoría de las explicaciones son desechadas así, borradas del pizarrón o lanzadas al bote de la basura, mucho antes de que tengan la madurez necesaria para que ameriten diseñar algún experimento. La pseudociencia se caracteriza, como la mitología y la religión, por constar de malas explicaciones que están acopladas solo superficialmente a los hechos que buscan explicar, por lo que no se corrigen y no progresan.

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Existe la idea entre muchos intelectuales que quizá haya cuestiones que simplemente estén más allá de la comprensión humana. De la misma manera que es inútil enseñarle cálculo incluso al simio más inteligente—ya no digamos relatividad—habría fenómenos que simplemente estarían fuera del alcance aun de un genio humano. Las fronteras de la física, el estudio de la conciencia y la creación de inteligencia artificial pudieran simplemente ser inaccesibles para nosotros.

Pero esto pasa por alto la capacidad de los humanos de generar conocimiento explicativo, que por definición tiene alcance potencialmente infinito porque es recursivo: si un hecho del universo tiene una explicación y no la entendemos, siempre podemos buscar explicar la explicación. Esto contrasta con el conocimiento no explicativo que tienen los seres vivos, quienes se han adaptado a sus ambientes por el proceso de evolución, y que ha resultado en adaptaciones buenas que son difíciles de variar. Esto les da un cierto conocimiento, codificado en su ADN, que les ha optimizado para su entorno. Tomemos el caso de un castor, que "sabe" que tiene que recoger madera de sus alrededores, y "sabe" cómo acomodarla para construir una presa sobre un arroyo. Pero el castor no puede explicar para qué hace lo que hace—está solamente programado para hacerlo muy bien—. En el momento en que su entorno cambie lo suficiente, el castor estará perdido.

El conocimiento explicativo, sin embargo, que también es difícil de variar sin echarlo a perder, es mucho más profundo porque es abstracto y fundamental. Si el castor pudiera explicar por qué hace lo que hace, entonces podría identificar los objetivos detrás de ello y encontrar otra manera de cumplirlos. Podría buscar otros materiales, o emigrar, o cambiar su estilo de vida de algún modo. Las adaptaciones biológicas no son explicativas y tienen poco alcance; pero el conocimiento sí es explicativo y tiene un alcance potencialmente ilimitado. Como toda teoría es ilimitadamente mejorable, cualquier fenómeno es explicable. Cualquier explicación puede ser alcanzada, dados suficientes ciclos de conjetura y crítica, por una cadena de explicaciones de explicaciones. Como dice Deutsch:
La idea de que pudiera haber seres que son a nosotros lo que nosotros somos a los animales es una creencia en lo sobrenatural.
Una persona es, en el sentido amplio, un ser con capacidad universal para explicar. Diseñar una inteligencia artificial equivale entonces a diseñar una persona en este sentido amplio, que pudiera incluir una máquina. La prueba crucial para determinar si una máquina está "pensando" es tener una explicación para su comportamiento, pero esa explicación debe venir de la máquina. Es la máquina la que debe explicar su propio funcionamiento, tal como lo hacemos las personas de carne y hueso.

Y hablando de castores que construyen presas, el conocimiento explicativo es el que les permitiría construir cualquier cosa a partir de cualquier materia prima. Un ser que posee conocimiento explicativo sobre los procesos físicos encontrará que hay dos alternativas para cualquier transformación de la materia: 
  • o es imposible, porque está prohibida por las leyes de la naturaleza
  • o posible, dado el conocimiento necesario.
En la terminología de Deutsch, un constructor universal es una persona que posee el conocimiento para pasar cualquier materia prima a través de cualquier transformación física posible, dado el conocimiento necesario.
...la materia, la energía y la evidencia son los únicos requisitos que debe cumplir un ambiente para que se pueda crear conocimiento en él.
Si quedáramos varados en medio de un típico cubo de espacio interestelar, podríamos, con el conocimiento suficiente, recoger todos los átomos de hidrógeno cercanos y fusionarlos para generar otros materiales. Ninguna ley de la física prohibe hacerlo; bastaría con tener el conocimiento necesario de cómo. Ya sabemos cómo usar la fusión nuclear, y podemos crear elementos nuevos en laboratorios. Cualquier sitio del universo está, desde este punto de vista, repleto de recursos. El arsenal completo de transformaciones que una persona o civilización tiene a su disposición es lo que Deutsch llama su riqueza.

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La epistemología de Deutsch es lo más impactante de su libro. Su ontología—qué es lo existe—es donde yo empiezo a tener discrepancias. Estoy dispuesto a aceptar su criterio para decir que algo existe como un axioma, aunque me provocó disonancia constante en las secciones en las que le saca provecho. Para Deutsch, existen aquellas cosas que juegan un papel fundamental en una buena explicación de un fenómeno. Hasta ahí suena inocente el concepto, pero después pasa a decir que por lo tanto existen cosas físicas y no-físicas, y ahí es donde yo me altero. Las abstracciones existen porque, dice Deusch, son una parte necesaria de las buenas explicaciones que las usan.

El ejemplo que usa Deutsch es explicar cómo llegó un átomo de cobre a la punta de la nariz de una estatua de Winston Churchill. Una explicación reduccionista, a partir de partículas fundamentales y sus interacciones, sería necesariamente embrollada e impráctica (hasta ahí estoy de acuerdo). Es mucho mejor usar abstracciones y entidades emergentes: hubo una ola de fascismo en la primer mitad del siglo XX, que culminó en un enorme conflicto que ahora llamamos la Segunda Guerra Mundial. Entre los países "buenos" estaba Reino Unido, cuyo líder victorioso fue Winston Churchill. Dada la costumbre de muchas culturas de eregir monumentos a sus grandes personalidades, terminada la guerra se construyó una estatua de bronce, que es una aleación de cobre y estaño, para homenajear al personaje.

Creo que lo que me provoca disonancia es el intercambio indiscriminado de las categorías de lo existente y lo no existente con las de lo funtamental y lo emergente, y de lo práctico o impráctico. En principio, todo fenómeno se pudiera recuperar, dado el conocimiento suficiente y capacidad de cálculo, a partir de partículas fundamentales y sus interacciones (esto es conocido usualmente como reduccionismo). Hablar de abstracciones o fenómenos emergentes es un atajo para describir lo que está pasando, más no es un sustituto para lo que "realmente" sucede. Que algo sea útil o parte fundamental de una explicación es irrelevante para la cuestión de que "realmente" exista. Ahora, yo soy un fisicalista de hueso colorado y quizá me estoy perdiendo de algo, pero creo que el criterio fisicalista de existencia es claro y consistente: existe aquello que tiene permanencia a través del espaciotiempo. El fascismo existe en la medida en que ciertos patrones ocurran en los cerebos de seres hechos de partículas fundamentales, provocando que se comporten de ciertas maneras, que en principio se pudieran calcular. Sería una descripción terriblemente embrollada aun si se pudiera obtener—pero sería una descripción correcta—. Tiene la ventaja, además, de que las cosas no comienzan o dejan de existir según el conocimiento o la ignoranica de algún homínido. Lo explico fácilmente: pueden existir partículas fundamentales sin que exista el fascismo, pero al revés no.

En fin, como dije antes, puedo aceptar estas definiciones como axiomas, dejar mis propias definiciones a un lado momentáneamente, y sí, todo lo demás que propone Deutsch parece seguir lógicamente de ellas. Aún así me provocan disonancia. Si me viera obligado a resolver esta disonancia, haría una distinción entre lo existente, lo emergente y lo fundamental. El fascismo es algo emergente y real, porque se manifiesta físicamente y obviamente existe, pero no es fundamental. Deutsch no hace estas distinciones, pero yo estoy acostumbrado a sí hacerlas y me parece que son importantes, al menos para mí, para poder pensar claramente.

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Dejando la ontología a un lado, el alcance de la epistemología de Deutsch es sorprendente. La virtud del falibilismo en cuanto a conocimiento se refiere es que permite la corrección de errores. De hecho, la considera algo deseable e inevitable. Esta es la parte más impactante del libro, creo yo, porque Deutsch liga la epistemología con la política, la ética y la estética a través de la corrección de errores. También se las ingenia para incluir el sentido técnico de este concepto, ampliamente explotado dentro de la electrónica, el cómputo e incluso la física teórica. Lo explica Deutsch:
Aunque la conjetura es el origen del conocimiento, también es una fuente de error, y por lo tanto es crucial lo que pase con una idea después de ser adivinada.
Voy a citar un pasaje un poco largo, pero creo que vale la pena porque ilustra la aplicabilidad del falibilismo fuera de la epistemología:
Considere también a los utópicos revolucionarios, quienes típicamente logran solo destrucción y estancamiento. Aunque son optimistas ciegos, lo que los define como utópicos es su pesimismo de que su supuesta utopía, o sus propuestas violentas para lograrla y atrincherarla, pudieran mejorarse. Además, son revolucionarios en primer lugar porque son pesimistas de que otras personas pudieran ser persuadidas de la verdad final que creen tener.

Las ideas tienen consecuencias, y enfocarse en "¿quién debería gobernar?" dentro de la filosofía política no es solamente un error de análisis académico: ha sido parte de todas las malas doctrinas políticas de la historia. Si el proceso político es visto como un motor para llevar al poder a los gobernantes correctos entonces justifica la violencia, pues ningún sistema es legítimo y ningún mandatario tampoco hasta que se ponga a los "correctos"; y una vez que se ha implementado el sistema, y que sus líderes estén a cargo, toda oposición a ellos es considerada oposición a lo correcto.
Deutsch expande la visión popperiana de la sociedad abierta: lo importante no es meramente llevar al "gobierno correcto" al poder, sino tener la capacidad de remover a un gobierno incorrecto. Poco a poco, a través de varias iteraciones de implementar políticas y corregirlas, se llega a un gobierno cada vez mejor y que, como antes, es difícil de variar. Por eso es que tantas revoluciones fallan y acaban por implementar algo peor a lo que quisieron derrocar.

Los regímentes autoritarios necesariamente se estancan porque no tienen un mecanismo de corrección de errores. El gran acierto de la Ilustración fue el rechazo a la autoridad como fuente de conocimiento y, por lo tanto, como fuente de buena gobernanza también. Sobre la Ilustración, Deutsch comenta que
Pudiera ser que la Ilustración "intentó" suceder incontables ocasiones, quizá remontándose a la prehistoria. Si es así, esas mini-Ilustraciones ponen a nuestro escape afortunado reciente en una sombría perspectiva. Puede ser que hubo progreso en cada ocasión—un breve fin al estancamiento, un breve destello del infinito, siempre terminando en tragedia, siempre aplastado, usualmente sin dejar rastro—. Excepto este.
Vivimos en un tiempo realmente excepcional de progreso sostenido en el que los problemas son inevitables pero solubles. La capacidad de reconocer y corregir errores nos ha llevado a superar problemas que nos mantuvieron estancados por miles de años. En la ética, Deutsch sugiere que
¿Pudiera ser que el imperativo moral de no destruir la capacidad de corregir errores es el único imperativo moral? ¿Que todas las verdades morales siguen de éste?
Los sistemas éticos como el consecuencialismo, deontología o ética basada en virtudes no sirven como teorías o explicaciones de la ética en sí, sino como medios de crítica. Para cualquier solución ética a un problema desde uno de estos marcos, uno puede preguntar qué haría alguien ubicado en otro y mejorar la solución. Deutsch deja abierta la cuestión de cuál pudiera ser un marco ético "correcto" porque, como en las otras áreas de conocimiento, esa es una pregunta abierta. Pero que no se pueda tener una teoría ética completa y definitiva no significa que todas den igual: algunas son mejores que otras, como lo son las que rechazan a la autoridad como fuente de la ética, al igual que en la epistemología.

El resumen de la visión ética de Deutsch es un elegante enunciado que él llama el Principio del Optimismo:
Todos los males se deben a una falta de conocimiento.
Fundamentalmente, no existe una barrera que detenga el progreso. Siempre que tratemos de mejorar las cosas y fallemos, se deberá no a que los dioses nos estén castigando, o porque hemos llegado al límite de nuestra capacidad para razonar e inventar, o porque sería mejor que falláramos. Todas las fallas—todas—se deben a que no supimos lo suficiente a tiempo.

Igual que en política o ética, la estética surge de la creación de estructuras difíciles de variar:
Existen verdades objetivas en la estética. El argumento estándar de que no puede haberlas es una reliquia del empirismo. Las verdades estéticas están ligadas a verdades empíricas a través de explicaciones, y también porque los problemas estéticos pueden emerger de hechos y situaciones físicas.
Una sinfonía de Mozart es bella porque hay un cierto criterio que satisface y es, por lo tanto, difícil de variar. Basta comparar esto con el "criterio" que satisfacen el reggaetón o la banda para comprender por qué la primera es objetivamente mejor que los otros.

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Mencioné antes mi discrepancia con el concepto del multiverso cuántico al que Deutsch suscribe (al igual que Carroll), pero los detalles los dejaré para un episodio completo dedicado a la mecánica cuántica. Lo que sí vale la pena es rescatar la crítica que hace a la llamada Interpretación de Copenhage, que también describiré a fondo cuando ese episodio esté listo. Por ahora, basta apuntar que sobre ella Deutsch dice que
Su combinación de ambigüedad, immunidad a la crítica y el prestigio y autoridad percibidas de la física fundamental han abierto la puerta a incontables sistemas de pseudociencia y charlatanería supuestamente basados en teoría cuántica. Su descalificación de la crítica y la razón como vestigios "clásicos", y por lo tanto ilegítimos, le ha dado ilimitado comfort a aquellos que quieren desafiar a la razón y acoger modos irracionales de pensamiento. Así la teoría cuántica—el descubrimiento más profundo de las ciencias físicas—ha adquirido una reputación por apuntalar prácticamente todas las doctrinas ocultas y místicas jamás propuestas.
La teoría cuántica es una teoría sumamente profunda de física, no de misticismo. Es una versión subatómica, fundamental, de las poleas, resortes y planos inclinados que estudiamos en la secundaria o la preparatoria. Como es un tema recurrente aquí en AutóMata, el mundo físico es mucho más fascinante que cualquier fantasía sobrenatural o mística, con la desventaja que la gente ignorante piensa que si algo es fascinante entonces debe ser místico o sobrenatural. Por ahora dejaré este tema hasta aquí, prometiendo que el clavado profundo ya viene.

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Quisiera terminar reiterando mis reservas iniciales: Deutsch me parece genial y deslumbrante, pero en cuanto a epistemología no soy un gran experto (por ahora, pero ya verán). El libro sí es un tour de force de ciencia y filosofía, por lo que no me extrañaría si en unos años se considere un clásico. El optimismo perfectamente racional de Deutsch es contagioso, así como su irreverencia y excentricidad. A uno le dan ganas de mencionarlo cada vez que pueda, tan solo para presumir que ya es parte del club de quienes lo han leído (¿disculpe, tiene usted un minuto para hablar sobre epistemología popperiana?). En cierto modo, eso es este episodio.




Pláticas de Deutsch en TED (en orden cronológico):




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