2019-06-01

Harari 1: Breve historia de la humanidad



Antes de haber leído una sola página de los libros de Yuval Noah Harari ya había digerido docenas de horas de entrevistas con él en audio y video, en foros públicos, académicos y, sobre todo, en podcasts, y me parecía un tipo razonable, elocuente y, en general, muy erudito y agradable. No me sentía tan atraído a leerlo, dado tanto que ya había absorbido de él, hasta que empecé a ver algunas críticas que me parecieron injustas y deshonestas en redes sociales (esto todavía era antes de que yo las abandonara) e inclusive en algunos medios tradicionales. Así que me propuse adquirir sus libros, Sapiens, Homo Deus y 21 Lessons for the 21st Century, y leer por mí mismo lo que, sospecho, los críticos de Harari no (tengo la intención de un proyecto similar con Steven Pinker y Sam Harris, que son constante objeto de calumnias y críticas deshonestas por parte de quienes se empeñan en atribuirles posiciones que no tienen para poder hacerse los muy virtuosos intelectuales).

De aquí en adelante las citas que haga de los libros son traducciones mías, no de las versiones "oficiales" en español por parte de la editorial Debate, que por lo que veo se venden bien en las librerías mexicanas. En general procuro leer a autores en sus propias palabras y no las de traductores cuando puedo y, aunque Harari originalmente escribió Sapiens en hebreo, él mismo escribió la versión en inglés también.

*   *   *

No todo mundo sabe, o sabe pero sin entender las implicaciones, que hubo en la Tierra varias especies distintas de homínidos al mismo tiempo, a veces en los mismos territorios. La visión popular de la evolución como una secuencia progresiva siempre ha sido fácil de recordar, y siempre ha sido equivocada. No hay una "dirección" en la evolución, y no hay bordes claramente definidos entre las especies más cercanas, como un "primer humano" cuya madre era otra cosa distinta. Nosotros, los Homo sapiens, estamos aquí pero los Homo soloensis, Homo denisova y Homo neanderthalensis, que fueron todos contemporáneos nuestros en algún momento, no. (Aún así conservamos entre 1 y 4% de ADN heredado de neandertales, y los aborígenes australianos tienen hasta 6% de ADN denísovo.)

Nadie está del todo seguro qué fue lo que la provocó, pero parece que la responsable de lo anterior fue la Revolución Cognitiva, hace unos 100,000 años: lo que ocurrió antes de ella es competencia de la Biología; lo posterior, de la Historia. Fue la mente de los sapiens, quizá no muy distinta a la de los demás homínidos, la que les dio la capacidad de planear y ejecutar acciones coordinadas, formar grupos mayores y más unidos, cooperar a gran escala y renovar sus convenciones sociales rápidamente. Quizá los otros homínidos pudieron hacer estas cosas en cierta medida también, pero Sapiens pudo hacerlo mejor. En resumen, la habilidad que adquirieron los sapiens fue la capacidad de crear historias que podían compartir entre ellos para coordinarse y motivarse. No era relevante si las historias eran ciertas o no, sino que éstas le dieron a los sapiens una ventaja sobre las demás especies.
Nunca podrías convencer a un mono de que te diera su banano prometiéndole bananos infinitos después de la muerte en el cielo de los monos.
Sapiens fue capaz de crear realidades imaginadas, como lo hubieran sido en aquel entonces los dioses, los espíritus animistas que había en toda la naturaleza, o como lo son ahora las religiones e inclusive el dinero y las naciones. Gracias a su capacidad cognitiva, Sapiens fue capaz de formular y compartir estas realidades (algunas menos imaginadas que otras), indispensables para lograr cooperación y control. No se sabe si la exterminación de los otros humanos por parte de los sapiens fue directa o indirecta, pero los restos de los últimos denísovos y neandertales datan de hace unos 40,000 años, y desde entonces los sapiens han sido los únicos homínidos sobrevivientes.

Reconstrucción de una niña neandertal.
¿Cómo serían las cosas si, digamos, hubieran sobrevivido aquellas otras especies de humanos? Quizá nos habríamos fusionado ya en una sola especie, o quizá las diferencias raciales que tanto nos dividen ahora hubieran sido aún peores, con no solamente razas sino especies enteras de humanos como esclavos. Quizá las brutales limpiezas étnicas que tanto han marcado a nuestra especie palidecerían en comparación con lo que hubiera acontecido entre especies; quizá esos genocidios ya ocurrieron. Uno pudiera imaginar política, cultura y religión que incorporara la lucha no de razas o de clases, sino de especies.
¿Hubiera Cristo muerto también por los pecados de los denísovos?

*   *   *

Haya sido como haya sido, mayor capacidad cognitiva le permitió a Sapiens experimentar con cosas que otros animales no podrían, como la agricultura. La siguiente revolución, la Revolución Agrícola, no necesariamente mejoró la vida de los humanos—de hecho, aunque esto es algo que se da por hecho hoy, la evidencia es al contrario, al menos para los primeros agricultores. Algunos sapiens descubrieron, de manera independiente en las Américas, Medio Oriente y China, que el maíz, el trigo y el arroz no solamente eran fáciles de recolectar, sino de cultivar también. Y entonces la evolución, despiadada, siguió su curso y los cultivos domesticaron a los humanos.

Desde un punto de vista biológico, el éxito es abundancia de reproducción. En esta óptica, no ha habido un mejor momento para ser maíz, trigo o arroz que a partir de que los humanos se ocuparon de cuidarlos, consentirlos, irrigarlos y protegerlos de parásitos y herbívoros. El trigo pasó de ser solo una especie más de pasto en algunas partes de Mesopotamia a monopolizar millones de hectáreas alrededor del mundo; lo mismo para el maíz y el arroz. Por otro lado, antes los humanos dedicaban unas pocas horas diarias a la recolección y la cacería; a partir de la agricultura, la mayoría se dedicó a cargar cubetas de agua y deshacerse las manos y la espalda trabajando la tierra de sol a sol. ¿Qué ganaron los sapiens? De nuevo, la evolución no optimiza bienestar, sino reproducción: una fuente constante de comida (y muchas veces comida en exceso) permitió que Sapiens también aumentara sus números, independientemente de su calidad de vida, y el modelo se perpetuó por el mundo.
La discrepancia entre el éxito evolutivo y el sufrimiento individual es quizá la lección más importante que nos deja la Revolución Agrícola.
La agricultura hizo necesario pensar acerca del futuro y planear para él. También hizo posible, a través de los excesos de comida, que surgieran la política, la guerra y la cultura (en Economía sin Corbata Yanis Varoufakis agrega la economía a esta lista.)
La Historia es algo a lo que muy pocas personas se han estado dedicando mientras todos los demás estaban arando los campos y cargando cubetas.
Desde nuestro punto de vista, en el mundo de tractores, pesticidas, agua corriente y fertilizantes esto ya no es cierto, pero por casi 10,000 años así fue, hasta todavía muy entrado el siglo XX.

*   *   *

Peregrinos musulmanes en la Kaaba, en Meca.
Una advertencia constante que he absorbido de los historiadores que he estudiado es que uno no debería introducir teleología a la historia. La historia no tiene un propósito, no hay alguna corriente que lleve a los eventos en una dirección inevitable, no hay un evento que desde el punto de vista histórico debía suceder. Las cosas se hacen y deshacen y, aunque hay hitos que una vez logrados ya no se pueden revertir, el desarrollo a partir de ellos es caótico. Sin embargo, Harari ofrece una visión al menos descriptiva de lo que sí ha sido tendencia hasta ahora: la Unificación de la Cultura.

Antes mencionamos que la humanidad se estudia con Historia a partir de la Revolución Cognitiva, pero eso fue una simplificación retórica. No hubo un momento en el que la biología "dejara de actuar" y de ahí en delante los sapiens hayan estado libres de ella. Lo que sí hay es una complicada interacción entre todo lo que es animal y lo que no, que es la cultura, entendida sucintamente como una red de instintos artificiales. En este sentido, la Historia ha tenido una dirección clara hacia la unificación.

Considere que hoy en día casi todos los humanos poseen, o aspiran a poseer, el mismo
  • sistema geopolítico,
  • sistema económico,
  • sistema legal, y
  • sistema científico.
Una sola cultura global no es necesariamente homogénea, pero todas sus piezas hablan los mismos idiomas culturales. Esta unidad fue propiciada por el imperialismo, el comercio y las religiones, entendidas en el sentido amplio:
Si una religión es un sistema de normas y valores humanos fundadas en la creencia en un orden sobrehumano, entones el Comunismo Soviético es tanto una religión como el Islam.
Propaganda religiosa.
Este proceso ya no es reversible, salvo que la humanidad realmente destruyera todo y empezara desde cero. El comercio ha logrado unir a Sapiens en torno a la creencia en un recurso global: el dinero. El dinero sirve para convertir cualquier bien en cualquier otro, cosa imposible con el simple trueque. En cuanto al imperialismo,
La crítica contemporánea a los imperios comúnmente toma una de dos formas:
  1. Los imperios no funcionan. A la larga, no es posible gobernar efectivamente sobre un gran número de pueblos conquistados.
  2. Inclusive si se pudiera, no debería hacerse, porque los imperios son motores de destrucción y explotación. Cada pueblo tiene derecho a su autodeterminación y nunca debería ser subyugado por otro.
Desde a perspectiva histórica, el primer punto es una simple tontería y el segundo es profundamente problemático.
Ha habido imperios literalmente milenarios en todo el mundo, que han empleado una variedad de estrategias y crueldad para mantenerse, perpetuarse y expandirse. De hecho, la mayor parte del territorio que habita la humanidad ha pertenecido a un imperio u otro desde que la agricultura lo hizo posible. El segundo punto es de particular importancia para nuestro momento global:
Hay escuelas de pensamiento y movimientos políticos que buscan purgar a la cultura humana de todo rastro de imperialismo, dejando lo que ellos consideran una civilización auténtica, pura, inmaculada. Estas ideologías son en el mejor caso ingenuas; en el peor caso, son decoración para un nacionalismo crudo y la discriminación. Quizá se pudiera argumentar que alguna de las miles de culturas que emergieron al alba de la historia era pura, impoluta por el pecado y sin adulterar por otras sociedades. Pero ninguna cultura desde ese entonces puede hacerse esa atribución, ciertamente ninguna cultura que exista ahora. Todas las culturas humanas son en parte el legado de imperios y de civilizaciones imperialistas, y ninguna cirugía académica ni política puede extirpar estos legados sin matar al paciente.
Todas las naciones de hoy son o fueron víctmas y victimarias imperialistas en algún momento, y nadie elige en qué lugar ni época nace. Sí, por supuesto que los atropellos del pasado son lamentables y debemos evitar nuevas atrocidades en el futuro, ahora que podemos reflexionar sobre el pasado. Pero no hay un lugar mítico al que podamos regresar y quedarnos solo con lo bueno que tenemos hoy, y debemos aceptar al mundo como es y no como quisiéramos que hubiera sido. (Creo que son pasajes como el anterior que, si bien es perfectamente claro y razonable para quien lo lee en contexto, puede ser usado por actores deshonestos para calumniar con algo como "Harari apoya el imperialismo".)

Si la evolución biológica tiene como mecanismo la reproducción de genes, la evolución cultural se lleva a cabo por la propagación de memes, que son unidades de información cultural. En analogía a la biología, las culturas exitosas son aquellas que logran esparcir sus memes, independientemente de los efectos que éstos tengan sobre sus huéspedes humanos.
Las culturas son parásitos mentales que emergen accidentalmente, y de ahí en delante se aprovechan de toda la gente infectada por ellos.
(Los postmodernistas desdeñan esta explicación, llamada memética, pero en realidad la creen: simplemente sustituyen "discurso" por "memes").

*   *   *

El último gran cambio que ha vivido la humanidad ha sido la Revolución Científica. Desde el año 1500, la población mundial se ha incrementado en un factor de 15, la productividad es 240 veces mayor y el consumo energético se ha multiplicado por 115. Esto no es solamente debido al auge de nuevos descubrimientos y aplicaciones que trajo la ciencia moderna, sino también es debido a la relación simbiótica—ojo que no siempre benéfica para todos los  sapiens—entre ciencia y capitalismo. Por primera vez en la historia, los frutos de la producción se usaron no para que los ricos pudieran construirse pirámides, palacios y estatuas a sí mismos, sino para reinvertirlos en la producción misma.

Los imperios europeos dejaron mordiendo el polvo a los demás durante la Revolución Científica no porque tuvieran tecnología inalcanzable, sino porque tenían valores, mitologías, aparatos judiciales y estructuras sociopolíticas que tomaron siglos en formarse: tenían Ciencia y Capitalismo. El imperialismo europeo fue distinto a los demás en que buscaba no solamente adquirir nuevo territorio, sino nuevo conocimiento. Otros imperios habían buscado a lo mucho esparcir su propia visión del mundo, que ya era considerada necesariamente correcta.

Los descubrimientos de la ciencia producen brotes de innovaciones económicas constantemente, lo que permite que la gente pueda confiar en el futuro. Esta confianza se traduce en sistemas de crédito, mediante el cual se traslada valor del futuro al presente, se paga con producción y deja como resultado crecimiento. Los países que protegieron a sus sistemas financieros tanto como a su territorio ahora son los más desarrollados, gracias a que los avances de la ciencia fueron convertidos en avances económicos. De nuevo, algo relevante para nuestros tiempos:
Las calificaciones crediticias indican la probabilidad de que un país podrá pagar sus deudas. Además de datos puramente económicos, toman en cuenta factores políticos, sociales y hasta culturales. Un país rico en petróleo pero con un gobierno tiránico, guerra endémica y un sistema judicial corrupto usualmente recibirá una calificación baja. Como resultado, es probable que se mantenga pobre, ya que no podrá acceder al capital necesario para desquitar su riqueza petrolera. Un país carente de recursos naturales, pero que disfruta de paz, un sistema judicial justo y un gobierno libre, es propenso a recibir una calificación alta. Como tal, puede juntar suficiente capital barato para financiar un buen sistema educativo y fomentar una industria tecnológica floreciente.
Es necesario tomar en cuenta que tanto la ciencia como el capitalismo por sí solos son mecanismos completamente amorales: pueden producir buenos o malos efectos por igual. La humanidad pasó tantos siglos en la escasez abyecta que la abundancia necesariamente mejoró su situación en términos de esperanza de vida, mortalidad infantil, tiempo para ocio y muchas métricas más. Pero ahora llegamos a un punto donde los padecimientos debido a los excesos son cada vez más prevalecientes. Es mayor la probabilidad de que uno muera por su propia mano que las probabilidades de morir en una guerra, crimen, o atentado terrorista juntas. Por primera vez en la historia, la obesidad es un mayor problema que el hambre:
La obesidad es una doble victoria para el consumismo. En vez de comer poco, que llevaría a la contracción económica, los humanos comen demasiado y luego compran productos para adelgazar—contribuyendo así al crecimiento económico dos veces.
*   *   *

Harari da una visión panorámica e integradora de lo que estamos haciendo como humanidad. El tono ambivalente prevalece en casi todos los temas, dando la impresión ya mencionada por otros que es como si el autor fuera un biólogo extraterrestre (mira, están haciendo pirámides, qué lindos). Pero no es un libro desapegado o clínico, sino ameno y, con frecuencia, con sarcasmo e ironía salpicados entre las opiniones poco convencionales aunque metódicamente argumentadas. Harari supone que el lector es principiante pero no tonto, admite cuando los expertos están en desacuerdo, y presenta los argumentos que compiten entre sí en sus formas más fuertes. Su estilo sí es tan sutil que a veces no se nota cuándo pasa de lo metafórico a lo literal, o de lo irónico a lo sincero. Pero siempre hay algo uno o dos párrafos más adelante que deja claro qué es lo que sí está diciendo y qué no. Sapiens (en español le pusieron De animales a dioses, tomado del título del epílogo), condensa la historia de la humanidad de manera amena y reveladora a unas 400 páginas, que mucho valen la pena y pueden usarse para rápidamente ponerse al corriente de qué estamos haciendo en este planeta, mientras estamos en él.