2016-12-28

Encarando Hechos Desagradables

Me he encontrado cada vez más y más con el desprecio de la supuesta 'izquierda' dirigida a las instituciones, a la cultura, a la ciencia y, sobre todo, a todo lo que se le pudiera concebir como 'imperialismo' o 'colonialismo'. También me he encontrado con que esta misma gente se despedaza entre sí, formando tribus irreconciliables basadas en alguna pureza ideológica indefinible y así asegurando su derrota (véanse los partidos de izquierda de cualquier país, especialmente México). Todo les parece mal, pero rara vez proponen hacer algo medianamente viable o provechoso. Constantemente regresan a ideas ya desacreditadas hace décadas y, para colmo, añoran tiempos de antaño cuando los dictadores 'buenos' como Castro o Chávez ponían orden o, al menos, retaban al susodicho 'neoliberalismo'—un término despectivo que no significa nada, pero aplica a toda la política que a la izquierda no le gusta.

Lo más frustrante de la situación es que en muchas cosas tienen razón, pero renuncian a los buenos argumentos que pudieran usar e inclusive dan la espalada a las vías que ya se sabe que funcionan y los pensadores que sí tienen o tenían razón, o que al menos proponen hacer algo (en México, contrasten a John Ackerman con Denisse Dresser para un ejemplo de la crítica inane a todo y la crítica que al menos propone algo). Eso es lo que resulta del relativismo: no se puede seguir un curso de acción porque es el mejor, sino simplemente porque a uno le gusta o por lealtad a la tribu, y cualquier intento de argumentación es inútil porque todo es relativo. Todo es propaganda, no hay democracias verdaderas, no hay periodismo confiable, no hay buenos ni malos, todos están financiados por supervillanos invisibles, todos los bandos en una guerra son moralmente equivalentes (bueno, los 'neoliberales' son peores, de algún modo) y es lo mejor quejarse mucho pero sin comprometerse a nada. Y lo peor de todo es que la derecha ha aprendido la lección y ha adoptado las mismas tácticas, resultando en el llamado momento de la post-verdad.

Y es en este contexto que me encuentro con un pasaje como este, escrito hace 75 años:
Sé que es la moda decir que la mayor parte de la historia es mentira de todos modos. Estoy dispuesto a creer que la historia es en su mayor parte inexacta y sesgada, pero lo que es peculiar a nuestro tiempo es el abandono de la idea de que la historia pudiera ser escrita con veracidad. En el pasado la gente mentía deliberadamente, o matizaba inconscientemente lo que escribía, o batallaban tras la verdad, bien sabiendo que debería haber errores; pero en cada caso creían que 'los hechos' existían y de algún modo se podían descubrir. Y en la práctica siempre había un cuerpo considerable de datos que serían reconocidos por casi todos.
El texto es del ensayo Looking Back on the Spanish Civil War de Eric Blair o, como todos lo conocemos, George Orwell (Recordando la Guerra Civil Española; la traducción desde el inglés es mía). En England Your England, Orwell hace el siguiente comentario sobre sus camaradas de izquierda:

La mentalidad de la inteligentsia inglesa puede ser estudiada en media docena de publicaciones semanales y mensuales. Lo que apantalla a uno inmediatamente es su actitud genéricamente confrontacional y negativa, y su falta total en todo momento de una sugerencia constructiva. No hay en ellos casi nada aparte de los berrinches de gente que nunca ha estado ni espera estar en el poder. Otra característica es la emoción superficial de gente que vive en un mundo de ideas y tiene poco contacto con la realidad física de las cosas [HM: Orwell vivió como vagabundo en Londres, lavó platos en París, luchó y fue herido en la guerra civil española y fue policía colonial en Birmania, entre otras cosas]. Muchos intelectuales de la Izquierda fueron pacifistas flácidos hasta 1935, luego belicosos histéricos contra Alemania en 1935-9, y convenientemente se callaron cuando la guerra comenzó.

[...]Durante los años críticos de la guerra, los de izquierda estaban erosionando la moral inglesa, tratando de diseminar una visión a veces de pacifismo blando, a veces violentamente pro-ruso, pero siempre anti-inglés.
Orwell fue un hombre de ideas, pero estas surgieron de ser ante todo un hombre de acción. Su autoridad moral viene, como dice George Packer en la introducción al volumen de ensayos Facing Unpleasant Facts, de la fórmula "yo estuve ahí—yo lo vi—yo sé." Este volumen está dedicado a ensayos narrativos, pero Orwell aprovecha para hacer crítica, meramente contando lo que pasa a su alrededor y en su mente. Todos los ensayos de la colección fueron escritos antes de 1984 y solo uno fue posterior a Rebelión en la Granja, y ninguno es ficción (aquí hay puntos extras para quienes nombren sus otras novelas). Aparte de la guerra civil española Orwell cuenta sobre la gente invisible de Marruecos, la ejecución de un prisionero en Birmania, su propia ejecución de un elefante incitado por una chusma, los bombardeos alemanes sobre Londres en la Segunda Guerra Mundial, la pobreza de las clases obreras en el Reino Unido, la miseria de ser internado en un hospital público en París, y el terror de la niñez en la educación privada. Pero no todo en la colección es suciedad e injusticia: también celebra los pequeños placeres naturales de la primavera, una buena chimenea, plantar un árbol, tomar un buen té, y vencer a los fascistas.

En Why I Write, escribe que "...cada línea de trabajo serio que he escrito desde 1936 ha sido escrita, directa o indirectamente, en contra del totalitarianismo y a favor del socialismo democrático." Aunque 1984 y la Rebelión son los relatos que uno más asocia con este sentimiento, el ensayo Such, Such Were The Joys es la historia real de la educación totalitaria en las famosas prep schools, o colegios de preparación, a los que eran enviados los jóvenes de las familias pudientes y algunos afotunados(?) becarios de clase obrera como Orwell, para prepararse para entrar a universidades públicas prestigiosas. Estas escuelas tenían el propósito de asegurar la entrada de sus alumnos a instituciones de educación superior, haciéndolos pasar por una educación clásica que incluía griego, latín, historia y pedagogía cuestionable:
Recuerdo, en más de una ocasión, ser interrumpido en plena recitación de latín, llevado a un cuarto aparte, recibir una golpiza, y luego regresar al aula a seguir con la parte final de la oración, así tal cual. [...] Dudo que una educación en los clásicos haya sido lograda, o pueda lograrse, sin castigo corporal.
Todo lo que no estaba prohibido era obligatorio, y siempre había suficientes reglas con suficientes contradicciones para asegurar que en cualquier momento uno fuera culpable de algo, como si el plan de estudios hubiera sido diseñado por Stalin. Aún así, siempre había estudiantes con ciertos privilegios: aquellos hijos de padres ricos, nobleza o extranjeros. Todos eran iguales, pero algunos eran más iguales que otros, pues. A Orwell le tocó ser de los que 'le debían' al colegio la oportunidad de estar ahí y lo pagó muy caro.

Desde entonces Orwell identificó el espíritu totalitario y lo denunció, constante y consistentemente, hasta su muerte temprana en 1950. Reconoció que las revoluciones son traicionadas por los mismos revolucionarios y que los disidentes son exiliados o fusilados por sus supuestos liberadores. Denunció las atrocidades de los soviéticos y franquistas por igual, y esto le valió enemigos por la izquierda y derecha. Hasta el día de hoy, he oído decir de gente supuestamente inteligente que obviamente Orwell era financiado para desprestigiar a los pobrecitos soviéticos por—¿quién más?—imperialistas occidentales. Invariablemente, estas acusaciones vienen de gente que no ha leído una sola palabra de lo que Orwell escribió, y muchas veces hasta usan sus palabras sin saber de donde vienen ni cómo se originaron (orweliano, gran hermano, guerra fría, doblepensar, policía del pensamiento...).

La potencia de Orwell viene de su capacidad, como indica el título de la colección, de enfrentar verdades incómodas. A veces produce una explicación, otras muestra el camino a seguir para corregir el rumbo, y otras simplemente lamenta que las cosas sean como son, pero nunca les da la espalda. Orwell sabía que no era un genio ni un santo, pero eso no le impidió ver la realidad como es.

2016-10-09

La Tragedia de la Teología

¿Hay tan siquiera una sola cosa que sepamos hoy, que no sabríamos de no ser por la teología? En un sentido trivial, sí: sabemos lo trágico que es derrochar miles de años de intelecto en el estudio sofisticado de la superstición. Para colmo, también hemos aprendido que la superstición incluye en sus mecanismos de defensa la exigencia de respeto, a manera de un bluff, al conocimiento genuino; y hemos aprendido que la defensa del conocimiento comienza con tomarle la palabra a la superstición y enfrentarla, porque realmente no tiene las cartas que amenaza tener en su mano.

El biólogo Jerry Coyne aprendió esto de la manera difícil a partir de la publicación de su libro Why Evolution is True, un compendio ameno y completo de la evidencia que se tiene para la evolución de las especies por selección natural. Pensó que, si tan solo la gente supiera cuál era la evidencia para la teoría, no les quedaría de otra que aceptarla. Para su sorpresa, recibió multiples comentarios acerca de cómo su libro y sus charlas eran muy convincentes, pero la gente no le creía de todos modos. Una y otra vez, la razón que le dieron era que la fe les decía que simplemente no debían creerle a un científico acerca de la evolución o, para efectos prácticos, cualquier cosa que se opusiera a sus credos. Coyne se dio a la tarea de entender de dónde proviene esta actitud, y acabó escribiendo todo un libro acerca de ello, Faith Versus Fact (la broma en su sitio web es que Jerry Coyne pasó tres años estudiando teología para que los demás no tuviéramos que hacerlo).

Existen, pues, cuatro maneras básicas de defender la religión ante la ciencia: 1) señalar que existen científicos prominentes creyentes y declarar que esto implica compatibilidad de las dos áreas; 2) argumentar que la ciencia y religión son áreas de conocimiento distintas e independientes una de la otra; 3) declarar que existen distintos tipos de conocimiento o, al menos, distintas maneras de llegar a él; y 4) atacar a la ciencia misma para desacreditarla.

Como suele suceder, la primera de estas estrategias es la más y usada y la más equivocada, así como la más fácil de refutar. Primero, uno debe señalar que la coexistencia de dos ideas no es lo mismo que su compatibilidad. Que científicos puedan mantener en su cabeza dos ideas contradictorias es evidencia del seccionamiento de la mente humana, no de la armonía entre dichas ideas. Por ejemplo, sabemos que los cigarros son cancerígenos y, también, que hay médicos—inclusive oncólogos—que fuman. Para usar otros ejemplos del mismo Coyne, siguiendo esa lógica sería evidente que el catolicismo es compatible con la pederastia, ya que hay clérigos católicos que son pederastas; la infidelidad es compatible con el matrimonio, ya que hay esposos infieles, y así. El punto que no se debe perder es que, cuando están haciendo ciencia, todos los científicos actúan como ateos. No es como si, en medio de un cálculo, un físico se detuviera a decir "Bien, en este punto ocurre un milagro y este término se hace cero; aquel lo puedo sustituir por un \(-\pi\) gracias a una revelación personal que he tenido, y ya me queda el resultado."


Por cierto, los números de creyentes entre la población general y la científica deberían ser similares, si es que una cosa no le estorba a la otra. Pero el caso es muy distinto: entre la población general de Estados Unidos, el porcentaje que se identifica como ateos es de 4%, mientras que el número de creyentes es de 83% (el resto se identifica como "nada en particular"). Sin embargo, cuando este sondeo se limita a científicos, ahora los ateos son 41% y los creyentes 33%; al incluir solamente a científicos con un posgrado, la cifra es de 62% contra 23%; y en la Academia Nacional de Ciencias, donde se encuentra la élite, la tasa de ateísmo es de 93%, contra solo 7% de creyentes1.

Irónicamente, la idea de que la ciencia y religión tratan con temas distintos proviene de un científico ateo marxista, Stephen Jay Gould (más irónicamente aún, fue sinodal en el examen doctoral de Coyne). Esta visión la denominó Non-Overlapping Magisteria (NOMA, "Magisterios que no se empalman") y básicamente consiste en que la ciencia se encarga del mundo empírico, mientras que la religión se encarga del mundo espiritual y moral. Convenientemente, Gould definió la religión "apropiada" como la religión que no se metía en asuntos empíricos... ¡pero todas lo hacen! Es por esto que inclusive los creyentes rechazan NOMA, al menos subconscientemente: es un hecho empírico que Dios existe o que no; o Mahoma fue su profeta, o no; o Cristo murió por los pecados de la humanidad, o no; o el Sol se detuvo por un día para que Josué completara su batalla contra los amoritas (Josué 10:13), o no; y así sucesivamente. Decir que las religiones no hacen declaraciones empíricas es decir que no hacen declaraciones acerca del mundo real; pero todas las religiones presumen ser ciertas, esto es, corresponder a la realidad. Quienes dicen cosas como "La Biblia no pretende ser un texto de Ciencia" básicamente están diciendo "La Biblia no pretende tratarse de la realidad."

*   *   *
Cuando trabajaba como pastor, comentaba rápidamente sobre el choque entre la visión científica del mundo y la religiosa. Decía que las percepciones de la ciencia no eran una amenaza para la fe porque la ciencia y la religión eran "distintas formas de saber" y no estaban en oposición porque trataban de responder a distintas preguntas. La ciencia se enfocaba en el "cómo" de las cosas y la religión en el "por qué". Estaba completamente equivocado. No hay distintas formas de saber. Está el saber y el no saber, y esas son las únicas dos opciones en este mundo.

—Mike Aus

Quizá la parte más nutritiva del libro (y la que más controversia le ha valido a Coyne, incluso desde el lado ateo) es la correspondiente al conocimiento y cómo se obtiene. Coyne toma la definición del diccionario Oxford, que traducida es algo como "la aprehensión de un hecho o verdad por la mente; percepción clara y certera de los hechos o la verdad; el estado o condición de conocer los hechos o la verdad." (Yo procuro tener siempre en mente la definición platónica de "creencia justificada y cierta", que siento que es más efectiva y económica, a pesar de algunos corto-circuitos a los que es susceptible.) La tesis de Coyne en este aspecto, con la que concuerdo mayormente, es que si se entiende a la ciencia en un sentido amplio como un método lógico-deductivo anclado en la evidencia, entonces prácticamente todo lo que reconoceríamos como conocimiento es, necesariamente, conocimiento científico—hay solamente dos excepciones: las matemáticas, que deducen verdades absolutas independientemente del mundo real (y por lo tanto no son ciencia), y todos los ejemplos triviales de otras disciplinas como el que inicia este ensayo.

Por ejemplo, las artes gráficas no nos pueden decir nada acerca de cómo funciona el mundo, aparte de la relación de éste con las artes gráficas: ¿Cómo sería distinto un retrato de Penélope Cruz pintado por Caravaggio de uno pintado por Hieronymus Bosch? Bueno, pues ponemos a un artista que los pueda imitar y averiguamos. Pero aparte de casos triviales así, el punto es que las artes adornan la realidad (lo que no tiene nada de malo), mas no la descubren, ni mucho menos la explican. Las artes tienen fin y efecto estético, pues, y no epistémico.

Por otro lado, la religión se basa en la fe, que Coyne define como creer sin razón o evidencia; yo agregaría que es creer a pesar de la razón y la evidencia o, como dice el filósofo Peter Boghossian, "hacer de cuenta que sabes cosas que no sabes" (la Biblia está de acuerdo con esto, por cierto). En fin, el problema de los teólogos es que todo su método consiste en hacer de cuenta que saben cosas que no saben, para luego todavía derivar conclusiones erróneas de ellas. Cuando se les señala que la fe, lejos de ser una virtud es un vicio intelectual, los creyentes equivocan el sentido de la palabra, cambiándolo por algo más nebuloso como optimismo o esperanza. Basta sustituir estas palabras en credos religiosos para detectar la trampa que hacen: "Tenemos la esperanza de que Dios existe y, si le entendimos bien, quizá mandó a su hijo a morir por nuestros pecados. Nos gusta pensar que, si seguimos las reglas que posiblemente nos dejó, pudiéramos llegar a la vida eterna."

Y aquí viene el punto crucial y, si fuera a recordar solo una cosa de este artículo, es ésta: los teólogos no saben más que los creyentes de a pie. Los argumentos que usan los teólogos "sofisticados" son los mismos que usan todos, y sus errores también; solamente usan palabras más grandes (a veces en latín, como si eso importara) y redacción más rebuscada. Han estado inventándolo todo sobre la marcha desde hace miles de años y no tienen manera de resolver ningún desacuerdo, porque no están discutiendo acerca de nada en el mundo real. Basta hacer el ejercicio siguiente: busque, amable lector, la opinión de teólogos cristianos sobre, digamos, si Cristo sabía quién era. Es una pregunta sencilla, con respuesta monosilábica, aún si ésta fuera "no sé". Nunca va a encontrar una respuesta clara de un teólogo que no sea negada por otro. Y luego, piense en que todavía ni siquiera le ha preguntado a los teólogos judíos ni musulmanes. Como dice Dan Barker: los teólogos no estudian nada, aparte de lo que han dicho otros teólogos.

*   *   *

Finalmente, arrinconados con semejante vergüenza, los teólogos se defienden tratando de desacreditar a la ciencia de toda manera posible.  Reclaman que los científicos se están saliendo de su territorio, que la ciencia no es confiable, que también usa la fe y que ocasionalmente ha hecho daño.

La primer acusación es conocida como scientism ("cientificismo"), y tiene más o menos el significado de señalar que la ciencia indebidamente trata de abarcar más de lo que le corresponde. Digo más o menos porque, cuando la ciencia confirma algo que le gusta a los creyentes, éstos no dudan en olvidarse de la demarcación entre ciencia y religión y proclaman victoria a los cuatro vientos. El filósofo Daniel Dennett lo dijo mejor: "Cientificismo es simplemente un insulto para la ciencia que no te gusta."

En cuanto a la confiabilidad de la ciencia, el argumento es una versión de lo siguiente: "La ciencia constantemente cambia, ayer nos decían que algo era saludable y ahora que no; ayer nos decían que existía cierta fuerza en la naturaleza y ahora que no; uno no sabe qué esperar con la ciencia." Primero, creo que vale la pena hacer una distinción dentro del conocimiento que nos aporta la ciencia: por un lado, la ciencia arroja datos del mundo; por otro, propone explicaciones de esos datos. Siempre hay que tener clara la distinción entre estas dos categorías. Además, hay datos científicos que son irrevocables: por ejemplo, por más que aprendamos acerca de la química en el futuro, la composición del agua seguirá siendo H2O. A medida que se recaban más datos, las explicaciones se van refinando o reformulando completamente. En una palabra, la ciencia aprende. Eso es bueno.

Básicamente, la ciencia funciona como un juego de Sudoku: tenemos unos cuadros que están dados, y otros en los que estamos tan seguros que podemos escribir los números con pluma, otros tantos más en donde provisionalmente ponemos las respuestas en lápiz, y otros tantos que tenemos que dejar en blanco por ahora. El proceso de llenar estos cuadros y revisar que estén bien es simplemente una forma de aprendizaje y es, por mucho, mejor que hacer de cuenta que sabemos qué números van en dónde y sin siquiera voltear a ver el papel. Para rematar, piense en un fenómeno que alguna vez tuvo una explicación sobrenatural y que ahora tiene otra explicación natural mejor (relámpagos \(\rightarrow\) Zeus \(\rightarrow\) electrostática en las nubes). Ahora, piense en una explicación natural que haya sido suplantada por una explicación sobrenatural mejor... (no se puede, porque no hay ninguna).

Ahora, una vez que se tiene conocimiento, lo que se haga con él depende de quién lo tenga. El poder implica una responsabilidad, y los científicos generalmente son los más conscientes acerca del impacto de sus trabajos. El abuso de estos conocimientos no ha sucedido porque la gente fuera demasiado razonable, ni demasiado exigente con su evidencia, sino al contrario. Parafraseando a Voltaire, para cometer atrocidades primero se debe creer absurdos.  Finalmente, acusar a la ciencia de usar la fe es irrisorio y no le voy a dedicar un párrafo completo.

*   *   *

Justo después de la dedicatoria del libro, Coyne coloca una cita por parte del legendario Robert Green Ingersoll que usaré a manera de conclusión aquí, pues me parece insuperable (mi traducción):

Ya hemos comparado los beneficios de la teología y la ciencia. Cuando el teólogo gobernaba el mundo, estaba cubierto de chozas y casuchas para muchos, y palacios y catedrales para pocos. Para casi todos los hijos de todos los hombres, leer y escribir eran artes desconocidas. Los pobres vestían trapos y pieles—devoraban migajas, roían huesos. Llegó el alba del día de la Ciencia, y los lujos de siglos pasados son las necesidades de hoy. Hombres en los rangos medios de la vida tienen más conveniencias y elegancias que los príncipes y reyes de tiempos teológicos. Hay más de valor en el cerebro de una persona de hoy—de un mecánico, un químico, un naturalista, o un inventor, que la que había en el cerebro de todo el mundo hace cuatrocientos años.

Estas bendiciones no vinieron de los cielos. Estos beneficios no cayeron de las manos de los clérigos. No se encontraron en catedrales ni escondidos tras un altar—tampoco se buscó por ellos a la luz de velas santas. No fueron descubiertos con los ojos cerrados de la oración, ni llegaron como respuestas a súplicas supersticiosas. Todos son hijos de la libertad, del don de la razón, la observación y la experiencia—y por todos ellos, el hombre está endeudado con el hombre.



1: Ecklund, E.H. & Scheitle, C.P., "Religion Among Academic Scientists: Distinctions, Disciplines, and Demographics." Social Problems, 54:289-307.

2016-08-17

Evolución para Necios

Un aspecto curioso de la teoría de la evolución es que todo mundo cree que la entiende.
—Jacques Monod

Especialmente los que la niegan. Y es sorprendente la ignorancia voluntaria de los creacionistas, nacida de su necedad y cerrazón (auto)impuestas por su deshonestidad intelectual o, dicho por otro nombre, fe. Y es que han logrado hacer de mentirse a sí mismos una virtud, siempre que se haga con fervor. Hay un debate constante entre científicos y el público científicamente culto acerca de qué tan útil o inútil, o qué tan necesario o innecesario es el debatir con estas personas. ¿Debería un matemático tomarse tiempo para debatir sobre numerología? ¿Cuánto tiempo se le daría en una clase de historia a un neonazi, en pro de "escuchar el otro lado del debate"? Y sin embargo, lo equivalente a estas situaciones es la norma en salones de biología de la Unión Americana, por no decir nada de Medio Oriente y África; en muchos otros lugares, el laicismo ha logrado mantener la superstición tensamente fuera de las aulas, resistiendo embates constantes de alumnos y, sobre todo, sus padres.

Un paso previo a entrar en el debate de cómo manejar la situación es entender de qué estamos hablando, y para eso el libro de Coyne es el primero en la lista de lo que debería ser lectura obligada para alguien científicamente competente (otros son The Extended Phenotype de Dawkins y, por supuesto, The Origin of Species de Darwin). Coyne tiene otro volumen (Faith Versus Fact; La Fe en contra de Los Hechos) dedicado al conflicto entre ciencia y religión, que probablemente estaré discutiendo aquí también en algún punto. Ese libro nació de la reacción que recibió de Why Evolution is True (Por qué la evolución es cierta). En gira promoviendo el libro allá por 2009, Coyne expuso caso tras caso como el siguiente:
Uno de los peores diseños de la naturaleza es demostrado en el nervio laríngeo recurrente de los mamíferos. Corre desde el cerbro hacia la laringe, ayudándonos a hablar y tragar. Lo curioso es que es mucho más largo de lo que debería ser. En vez de tomar la ruta directa del cerebro a la laringe, que es como un pie [30 cm] en humanos, el nervio desciende hacia el pecho, se envuelve en la aorta y un ligamento derivado de una arteria, y luego sube de nuevo ("recurre") para conectar con la laringe. Acaba siendo tres pies [90 cm] de largo. En las jirafas el nervio toma un camino similar, pero a lo largo de todo el cuello largo y de vuelta: ¡una distancia quince pies [5 metros] mayor que la ruta directa! Cuando supe de este extraño nervio por primera vez, tuve problemas para creerlo. Queriendo verlo por mí mismo, reuní el valor para ir al laboratorio de anatomía humana e inspeccionar mi primer cuerpo. Un profesor complaciente me mostró el nervio, trazando su camino con un lápiz desde el torso y de regreso a la garganta.
Ilustración tomada del artículo en Wikipedia.

El trayecto sumamente ineficiente y caprichoso de este nervio es un misterio de la naturaleza—a menos, claro está, que se entienda que la evolución hace modificaciones sobre lo que ya existe y, si lo que ya existe es una serie de arcos branquiales de nervios y arterias en peces, pues el camino del cerebro a la mandíbula pasa a lo largo del sexto arco branquial, justo detrás de la cabeza. En los peces, el camino más directo del cerebro a la laringe es alrededor de la sexta arteria branquial, porque no tienen cuello. Interminables modificaciones a través de millones de años no han borrado esta herencia de los peces modernos ni de sus descendientes (entre ellos nosotros).

El volumen de Jerry Coyne, profesor emérito de biología en la Universidad de Chicago (recién jubilado), está repleto de este tipo de ejemplos de todo el mundo animal y humano, prehistórico y actual. Coyne no se anda con diplomacia acerca de la negación y necedad de los creacionistas, a los que pareciera ir clavando alfileres de evidencia y argumentos como a un muñeco vudú en cada página.  Su estilo es perfectamente ameno y a veces hasta casual; uno podría bajar la guardia y pensar que está tomado de charlas preparadas para estudiantes de preparatoria. Pero además de ser un ejemplo difícil de superar en cuanto a claridad y entusiasmo por el tema, el conocimiento enciclopédico de Coyne está documentado con decenas de notas, referencias separadas por capítulo, un glosario y una amplia bibliografía, tanto técnica como divulgativa.

En nueve capítulos llenos de información (y humor) Coyne repasa desde el significado científico del término "teoría" hasta ejemplos extremos del éxito (o fracaso) de las especies para adaptarse. El mecanismo principal que propulsa la evolución es la selección natural, explicada por Coyne así:
La idea de la selección  natural no es difícil de entender. Si individuos dentro de una especie tienen diferencias genéticas entre ellos, y si algunas de esas diferencias afectan la habilidad de los individuos para sobrevivir y reproducirse en su entorno, entonces habrá una proporción mayor de "buenos" genes que ayudan a mayor supervivencia y reproducción en la siguiente generación, mientras que habrá relativamente menos genes "malos". A través del tiempo, la población se adaptará más y más a su entorno a medida que mutaciones provechosas surjan y se propaguen por la población, mientras que las mutaciones dañinas se depurarán. A la larga, este proceso produce organismos bien adaptados a sus hábitats y modo de vida.
Existe otro mecanismo, el de la deriva genética, que puede producir algunas variaciones en poblaciones a lo largo del tiempo en forma de fluctuaciones estadísticas. Pero el principal motor del cambio de las especies a lo largo del tiempo es su respuesta a las presiones que reciben de su entorno.

La cantidad de distorsiones y simples mentiras alrededor de la evolución es asombrosa y Coyne pasa por cada una con paciencia y franqueza. Por ejemplo, volviendo a la noción de una teoría en la ciencia, clarifica que una teoría es un conjunto de ideas coherentes, consistentes y bien establecidas que explican lo que se observa en la realidad. No es, como dicen muchos, una simple corazonada o pedrada intelectual. Yo diría que es como la noción que se tiene de la teoría musical: el hecho de que se puedan estudiar estructuras armónicas, melodías e intervalos musicales con papel y lápiz no significa que la música sea algo que pudiera o no ser cierto. Hay algo que existe, y hay ideas que explican qué es y cómo funciona: esas son "la teoría".

Una vez que una teoría muestra promesa en lo abstracto, es momento de ponerla a prueba en el mundo real. Darwin no tuvo acceso a los miles de fósiles que se han encontrado en el último siglo, ni a la datación radiométrica, ni mucho menos al mecanismo molecular de ADN que explica cómo se originan los cambios en los individuos de una población en primer lugar, pero aún así su idea le valió numerosas predicciones acertadas que Coyne documenta y complementa: los fósiles homínidos más antiguos están en África; ha habido 49 instancias independientes de la aparición de ojos en la naturaleza; existen características vestigiales en prácticamente todos los organismos (apéndices inútiles en nosotros, caderas en serpientes); las especies más íntimamente relacionadas provienen de áreas geográficas cercanas (hay fósiles de marsupiales antiguos en la Antártida); el ADN de especies morfológicamente similares es similar (como la coincidencia de 98.5% en las bases de ADN de humanos y chimpancés); los machos más vistosos en especies con dimorfismo sexual gozan de mayores tasas de reproducción a pesar del costo de su ornamentación; distintas especies evolucionan de forma convergente; las bacterias resiten cada vez más a los antibióticos y las hierbas a los herbicidas...

*   *   *

"Pueden encontrarse religiones sin creacionismo, pero nunca se encuentra creacionismo sin religión." La principal razón que dan los mismos negadores es un temor expresado por el filósofo Michael Ruse, citado por Coyne:
Nadie pierde el sueño pensando en la completitud del registro fósil. Mucha gente da vueltas en la cama preocupadas por el aborto, las drogas, el declive de la familia, el matrimonio homosexual y las demás cosas opuestas a sus supuestos 'valores morales'.
Otro filósofo, esta vez el creacionista Nancy Pearcey, lo dijo más claro:
¿Por qué el público está tan preocupado por una teoría biológica? Porque la gente intuye que hay mucho más en juego que una teoría científica. Saben que cuando se enseña la evolución natural en el aula de ciencias, entonces se enseñará una visión natural de la ética en el salón de junto, y en el salón de sociología, y en la familia, y en todas las áreas.
Y tiene razón... ¡ese es el objetivo! Pero no tiene razón en tener miedo; millones de personas ya vivimos vidas completamente libres de lo sobrenatural y, en general, de la superstición. En particular, si lo que se quiere es enseñar la ciencia como es, debe enseñarse con todo y el naturalismo materialista con el que opera. Ya he argumentado antes (y Coyne está de acuerdo) que la ciencia y la religión están explícitamente contrapuestas y, cada vez que chocan, la ciencia gana... como debería, porque casi siempre tiene razón y la religión nunca la tiene. Coyne lo puso de otro modo, aunque no en este libro: la ciencia no tiene nada qué aprender de la religión, porque el conocimiento no tiene nada qué aprender de la superstición. La interacción entre ciencia y religión no debería ser un diálogo constructivo, sino un monólogo destructivo.

Las visión materialista de la ética, del sentido de la vida, y de nuestro lugar en el Universo y en la sociedad es tema para otros ensayos, que pronto comenzaré a redactar. Basta por ahora decir que, cualquiera que sea la visión materialista del mundo, ya tiene ventaja sobre las visiones dualistas por el simple hecho de basarse en aceptar el mundo como realmente es, y no como (algunos) quisieran que fuera.



Sitio de Jerry Coyne:           http://whyevolutionistrue.wordpress.com/
Sitio dedicado al tema:        http://talkorigins.org/
Árbol de la vida interactivo: http://www.onezoom.org/

2016-08-09

La (Primer) Tormenta de Acero

Soldados británicos atacando 'por arriba' en la Batalla del Somme.
Hay una cantidad de destrucción y violencia que los humanos ya no podemos visualizar, de igual manera que no podemos imaginar distancias o tiempos más allá de los que estamos acostumbrados en nuestra vida diaria. Quizá Stalin tuvo razón cuando dijo "La muerte de una persona es una tragedia; la de millones, una estadística." Algo tiene el relato personal de la tragedia que la hace más viva que el simple conteo final de muertos y heridos. Existen muchos libros en esta tradición de documentación de las catástrofes humanas y, en particular, de la guerra. Entre ellos, Storm of Steel (In Stahlgewittern, o Tormenta de Acero) de Ernst Jünger es un documento único: a diferencia de los cronistas y novelistas de la Primera Guerra Mundial como Remarque (alemán), Gibbs o Graves (ingleses), Jünger relata directamente el qué y el cómo de las cosas, sin mencionar o cuestionar, en una sola ocasión, el porqué.

La destrucción desatada entre 1914 y 1918 fue de tal escala que llevó a una contemplación mundial sobre el propósito de toda la guerra en sí, y terminó por fin con la noción romántica, muy del siglo XIX, de una guerra gloriosa por la que todo joven debía pasar si es que deseaba ser hombre. Jünger resiste comentarios al respecto de la ética o la política del conflicto y simplemente relata, a manera de un diario extremadamente pulido, lo que le tocó vivir desde que llegó al Frente Oeste por primera vez en enero de 1915, unos cinco meses después de que hubiera iniciado la guerra.

Un libro como este, personal y anecdótico, es muchas veces más efectivo en cuestiones de comunicar el desastre humano que fue la Primera Guerra Mundial a comparación de las cifras por sí solas: 38 millones de muertos y heridos rebasan toda la imaginación, hasta que relatores como Jünger nos dan lujo de detalle de decenas de ellos, incluyéndolo a él mismo: sobrevivió el conflicto a pesar de recibir cinco disparos, dos lesiones por ojivas de artillería, una munición antipersonal (shrapnel, o esquirlas), cuatro lesiones por granadas de fragmentación y dos impactos de balas fragmentadas que encontraron sus objetivos en otros de sus compañeros.

El primer encuentro de Jünger con la muerte fue pasivo, en forma de los cuerpos de soldados enemigos en una zona que recién capturaron:
...me ubiqué en una posición a la orilla del bosque previamente controlado por los franceses. Un olor algo dulce y un bulto atrapado en el alambre de púas llamaron mi atención... salí de la trinchera y encontré un cuerpo francés encogido. Piel como de pescado con hongos se veía entre las rasgaduras del uniforme. Dando la vuelta, me eché para atrás con horror: junto a mí, había otra figura acurrucada junto a un árbol. Todavía tenía un reluciente arnés francés y una mochila completamente equipada. Ojos vacíos y poco cabello en el cráneo azulado indicaban que hacía tiempo que este hombre no estaba entre los vivos. Había otro, sentado, echado hacia el frente hacia sus pies, como si acabara de colapsar. En todo alrededor había docenas más, podridos, secos, tiesos y momificados, congelados en la muerte. Los franceses debieron haber pasado meses entre sus camaradas caídos sin enterrarlos.
Soldado francés como el primero que encontró Jünger (este cayó en Verdun).
Los soldados de todos los frentes tuvieron que luchar entre los muertos por necesidad: primero, retirar los cadáveres ante el constante fuego de artillería y ametralladoras era una manera segura de convertirse en cadáver uno mismo; segundo, enterrar los cuerpos era un ejercicio completamente inútil porque las constantes municiones de artillería y granadas los acabarían por desenterrar y regar sus fragmentos por doquier de todos modos; tercero, podían servir de escudos contra las balas; y cuarto, los mismos soldados, al avanzar poco a poco sus posiciones, cavaban nuevas trincheras y acababan por desenterrar todo ellos mismos. Jünger, al igual que los franceses e ingleses del Frente Oeste, se encontraron con que cada vez que cavaban sus laberintos el suelo estaba repleto de los restos de sus compañeros y enemigos en distintos estados de descomposición. Cada vez que un ejército era despedazado por artillería, sus soldados se convertían en composta que encontraría el siguiente ejército, y el ciclo se repetía docenas de veces en unos pocos kilómetros cuadrados.
Mecanismo de las ojivas antipersonal.
Los muertos eran, muchas veces, solo parte del problema. Además, los soldados en las trincheras se enfrentaban a las constantes lluvias en la frontera franco-alemana y a los ejércitos de ratas y piojos que acompañan a los ejércitos de humanos. Frecuentemente, había que luchar en agua hasta el pecho dentro de las trincheras (podían ser de 3 a 4 metros de profundo), y era común ver ratas nadando alrededor, tal vez llevando una mano o un pie a su madriguera. Durante los ataques con gas, muchas de estas ratas y otras alimañas quedaban muertas por el cloro o fosgeno y se convertían a su vez en focos de infección.

Artillería inglesa (ojivas de 60 libras).
Pelear al lado de los muertos, tanto compañeros como enemigos, es un tema recurrente de la Primera Guerra Mundial. Diría que es el tema principal, de no ser por la situación que le da el título al libro: una vez que Jünger llega al frente, difícilmente pasa más de una página sin que se encuentren bajo ataque de artillería enemiga, o contemplando un ataque lanzado por su propia artillería. Ojivas de altos explosivos y antipersonal caían constantemente, a ritmos que son inimaginables para nosotros hasta usar algo de aritmética. Como ejemplo, en la Batalla de Somme, donde participó Jünger, los ingleses dispararon hacia ellos 1.5 millones de proyectiles en los 5 días previos a la batalla, como "preparación", y otros 250 mil más el día 1 de julio de 1916, antes del avance de la infantería. Va de nuevo: cayeron tres proyectiles sobre las posiciones alemanas cada segundo, durante seis días, y entonces comenzó la batalla. (Al final de ese primer día hubo 20 mil muertos ingleses y 10 mil alemanes; la batalla duró cuatro meses más).

Batalla de Somme, tropas inglesas. A los 2 minutos se ven dos ataques 'por arriba' desde las trincheras y se observa soldados que colapsan inmediatamente, alcanzados por fuego de ametralladora o francotiradores. (La música, para quienes les interese, es el Pie Jesu del Requiem de Andrew Lloyd Webber.)
La cantidad total de proyectiles de artillería lanzados en la guerra es incalculable; he visto aproximaciones que van desde 500 millones y hasta 1,000 millones de ojivas de artillería lanzadas entre ingleses, franceses y alemanes (un cálculo rápido usando la última cifra da 28,538 ojivas por hora durante los cuatro años del conflicto). Hasta el día de hoy, millones de proyectiles "bobos" que no explotaron al hacer impacto hace cien años siguen en los campos franceses y han provocado cientos de muertes de civiles desde entonces; se han designado áreas de cientos de kilómetros cuadrados donde hoy el acceso es completamente prohibido.



Por si no fueran suficientes los embates del enemigo y los elementos, una cantidad incalculable de soldados murieron de manera absolutamente inútil en accidentes e instancias de fuego amigo. Jünger comenta que una noche uno de sus compañeros, que andaba paseando por las trincheras, recibió disparos de sus propios soldados porque no pudo decir la contraseña cuando se le pidió: era tartamudo. En otra ocasión, otro soldado regresó después de salir armado hasta los dientes en busca de enemigos sin encontrar ninguno; se estaba vaciando los bolsillos cuando el seguro de una de tantas granadas que llevaba se atoró dentro de su pantalón y quedó hecho pedazos.  En otro incidente, en medio de una batalla nocturna entre alemanes y franceses, en la que nadie estaba seguro de quién era quién, un alemán quiso lanzar una bengala para poder ver a sus compañeros y enemigos y ayudarlos a luchar o escapar. El problema fue que se equivocó y lanzó una bengala roja en vez de blanca, y esto fue una señal a su propia artillería de dónde dirigir el fuego; acabó por matar docenas de sus propios compañeros.

Jünger no se guarda detalles de lo que vivió en casi cuatro años expuesto a estos horrores, y es por esto que su relato ha oscilado tanto entre la alabanza y la censura. Pasajes como el siguiente le valieron ser etiquetado de sensacionalista, pero (como podrán ver un poco más abajo) probablemente estaba ejerciendo una mesura incalculable:
Recibimos disparos desde un fortín integrado a la trinchera, y entonces salimos por la escalera más cercana para poder ver bien. Mientras intercambiábamos fuego con los ocupantes, uno de nuestros hombres cayó plano como si hubiera recibido un golpe de un puño invisible. Una bala había perforado su casco e hizo un surco a lo largo de su cráneo. A través de la lesión pude ver su cerebro subir y bajar con cada palpitación, y sin embargo fue capaz de regresar por sí solo. Tuve que recordarle que dejara su mochila, y le imploré que se fuera despacio y tuviera cuidado.

Con horrores como esos siendo cotidianos, la medicina tuvo que avanzar rápidamente; en particular, la cirugía plástica se volvió indispensable. Asomar la cabeza por encima de una trinchera ante el fuego de ametralladoras y francotiradores lo exponía a uno a quedar horriblemente desfigurado en caso de sobrevivir a un disparo. Además, y quizá lo más novedoso de este conflicto, los soldados quedaron traumados por completo; miles de hombres jóvenes, que no habían recibido un solo disparo, acabaron dementes por la cantidad astronómica de municiones de artillería dirigida hacia ellos.

Lesiones físicas y psíquicas de la guerra (imágenes fuertes).
En lo poco que se filtra de la Guerra hacia el público en general, hay algunos relatos esperanzadores de soldados intercambiando bienes en Navidad, o quizá cooperando para permitir la retirada de muertos y heridos por médicos y equipos con camillas. Jünger confirma algunos de estos destellos de humanidad entre la barbarie del conflicto, y reproduzco uno protagonizado por él mismo, casi al final de la guerra, en el infierno de la Segunda Batalla de Somme:
Entonces vi a mi primer enemigo. Una figura en uniforme café, aparentemente lesionado, agachado a unos 20 pasos en medio del camino maltrecho, sosteniéndose con sus manos en el suelo. Di la vuelta hacia él, y nos vimos el uno al otro. Vi que brincó cuando me le acerqué, y me vio con ojos desorbitados, mientras que yo, con mi cara tras mi pistola, lo aceché lenta y fríamente. Ocurriría una escena sangrienta sin testigos. Era un alivio para mí finalmente tener un enemigo enfrente y a mi alcance. Puse el cañón contra su sien—él estaba paralizado con miedo—y con la otra mano lo tomé de su túnica, sintiendo sus medallas e insignias. Un oficial; debió tener un puesto de mando en estas trincheras. Con un sonido lastimero sacó de su bolsillo no un arma, sino una fotografía que sostuvo ante mí. En ella lo vi rodeado de sus familiares, sobre una terraza.

Fue una plegaria desde otro mundo. Más tarde, pensé que fue mera suerte que lo dejara ir y me fuera por mi camino. Ese hombre es el que más seguido aparece en mis sueños. Espero que eso signifique que logró ver su patria de nuevo.
Ernst Jünger (1895-1998).


2016-07-12

Lo que no es la Relatividad

Es muy difícil admitir que uno no sabe o no entiende algo. Requiere práctica, y frecuentemente el que lo ha logrado ha sido porque ha pagado el precio por haber hecho de cuenta que sabía cosas que no sabía, usualmente en forma de humillación ante alguien que sí las sabía. Algunas veces uno puede ingeniárselas para disimular y parecer enterado de cómo funcionan las cosas, sobre todo si hay convenientes aforismos o dichos que parezcan asociados a lo que uno no entiende. ¿Marxismo? La religión es el opio del pueblo. ¿Evolución? Pues que venimos del mono. ¿Alemán? Ah sí, un lenguaje muy difícil. ¿Diabetes? Pues da por comer mucha azúcar… El problema es que la realidad es mucho más complicada de lo que puede explicarse en una frasecita de galleta de la fortuna o, si se pudiera poner en dicha frase, sería por una de dos razones: o se usan tecnicismos incomprensibles, o se dicen falsedades.

Es en esta última categoría que cae el dicho "Todo es relativo", supuestamente consecuencia de la famosa teoría de Albert Einstein. Resulta no solamente que Einstein nunca dijo tal cosa, sino que además ello es una mutilación grotesca de lo que sí trata dicha teoría. Algunas fuentes que tengo a la mano al respecto son las siguientes:
  • Carroll, Sean M.: Spacetime and Geometry (2009)
  • Einstein, Albert: Mi Visión del Mundo (1980)
  • Einstein, Albert: La Gran Ilusión (editado por Stephen Hawking) (2007)
  • Feynman, Richard P.: Six Not So Easy Pieces: Einstein's Relativity, Symmetry and Spacetime (1997)
  • Isaacson, Walter: Einstein, His Life and Universe (2007)
  • Russell, Bertrand: The ABC of Relativity (1925)
  • Schutz, Bernard: A First Course in General Relativity (2009)
  • Wald, Robert M.: General Relativity (1984)

El ABC de Russell lo tengo en electrónico.

Estos volúmenes abarcan más de 3280 páginas acerca de Einstein y la Relatividad. En ellos aparecen algunas menciones del "significado" de la teoría, y solo una incluye la frase "todo es relativo" (la veremos más abajo). Como una muestra representativa, primero aquí está Russell, gran filósofo, matemático y escritor, hablando del impacto y significado de la teoría:
Las consecuencias filosóficas de la relatividad ni son tan grandes ni tan sorprendentes como a veces se piensa. Da poca iluminación a las controversias legendarias, como las hay entre el realismo y el idealismo. Algunas personas creen que apoya la visión de Kant de que el espacio y el tiempo son "subjetivos" y que son "formas de intuición". Creo que esta gente ha sido engañada por la forma en que los autores hablan sobre "el observador" en la teoría. Es natural pensar que un observador es un ser humano, o al menos una mente; pero es igual de posible que sea una placa fotográfica o un reloj. Esto es, que los resultados curiosos entre un 'punto de vista' y otro, usan un sentido de 'punto de vista' que igualmente se aplica a personas que a instrumentos físicos. La 'subjetividad' de la teoría es una subjetividad física, que existiría de todos modos si no hubiera tal cosa como mentes o sentidos en el mundo.

Cuando los hombres comenzaron a razonar, trataron de justificar las inferencias que habían hecho en días anteriores sin pensar. Una gran cantidad de mala filosofía y ciencia resultaron de esta propensidad. "Grandes principios", como la "uniformidad de la naturaleza" y la "ley universal de causa y efecto" son intentos de reforzar nuestra creencia de que lo que ha pasado antes volverá a pasar, lo cual no está mejor fundado que la creencia del caballo de que uno dará vuelta donde uno usualmente lo hace. No es, en general, muy fácil ver qué reemplazará a estos seudo-principios en la práctica de la ciencia; pero quizá la Teoría de la Relatividad nos da un vistazo de lo que pudiéramos esperar. La causación, en el sentido antiguo, ya no tiene lugar en la física teórica*. Hay, por supuesto, algo más que ocupa ese lugar, pero el sustituto parece tener una mejor base empírica que el viejo principio que ha desbancado.
(*Es interesante que en este caso Russell se refiriera a que la causación, en el sentido de eventos que ocurren antes que otros y por lo tanto los causan, quedara derogada. Efectivamente sí, el orden de los eventos puede ser alterado dependiendo de dónde esté y cómo se esté moviendo uno. Pero hay otro sentido, más profundo y abstracto aún, que comienza a predominar en la física moderna: que no existen las causas y efectos, sino solamente los patrones que siguen leyes. De la misma manera que los números "1", "2" y "3" no "causan" en ningún sentido al "4" que les sigue, así meramente las acciones de los objetos se ramifican según los patrones que permiten las leyes más fundamentales de la física.)

En cuanto a que si "todo es relativo", el legendario Feynman tuvo esto que decir al respecto de lo que otra gente, en especial los filósofos posmodernistas, entendían (o fracasaban en entender) de la teoría:
Poincaré hizo la siguiente declaración acerca del principio de la relatividad: "De acuerdo al principio de la relatividad, las leyes de los fenómenos físicos deben ser las mismas para observadores fijos y observadores en movimiento uniforme respecto a los anteriores, de modo que no tenemos, ni podemos tener, una manera de saber si estamos moviéndonos de dicha manera."

Cuando esta idea descendió al mundo, provocó gran conmoción entre los filósofos, particularmente aquellos filósofos de fiestas de cocteles, que dicen, "Oh, pero si es muy simple: ¡la teoría de Einstein dice que todo es relativo!" De hecho, muchos filósofos, y no solo los de las fiestas de coctel, dirán: "Que todo es relativo es una consecuencia de Einstein, y esto tiene consecuencias profundas sobre nuestras ideas. Por ejemplo, ha sido demostrado por la física que las cosas dependen del marco de referencia de uno." [...] Se supone que esto ha tenido un efecto profundo en el pensamiento moderno, pero uno se preguntaría por qué si, después de todo, que las cosas dependen del punto de vista que se tenga es una idea tan simple que seguramente no era necesario pasar por tanto problema en desarrollar la teoría de la relatividad física para probarlo. Que lo que uno ve depende de dónde se esté es obvio para cualquiera que camine por la calle hacia otra persona y después de pasarla la vea de espaldas. En la filosofía que dice emanar de la relatividad, no hay nada más profundo que la declaración "La gente se ve distinta por delante que por detrás."
Feynman siempre tuvo cierto desdén por la filosofía y quizá el caso de la apropiación de la Relatividad por parte de ésta le diera algo de razón esta vez. Pero si hay algo que quisiera enfatizar de estos dos extractos es lo siguiente: la Relatividad es una teoría acerca de cómo es el mundo físico. Trata de velocidades, momentos, tiempos, masas, trayectorias, y todo lo que tradicionalmente uno asocia con los bloques en planos inclinados y poleas sin fricción que se estudian en la preparatoria. No nos dice nada—ni aspira a hacerlo—acerca de cómo deberían ser nuestras sociedades, ni nuestra ética, ni la economía, ni la metafísica ni nada más. Es una explicación de cómo el mundo físico es; no de cómo la humanidad debería ser. (Este problema le sucede en mayor grado aún a la Evolución de Darwin, pero ese es otro artículo.)

Dice la leyenda que, después de que verificó empíricamente la predicción de Einstein sobre la desviación de las estrellas alrededor de un eclipse solar total, a Arthur Eddington se le preguntó si era cierto que solamente tres personas en el mundo entendían la teoría de la Relatividad. Él contestó con una pregunta: "¿Y quién es el tercero?" Lo dijo en broma (bien sabía que la teoría era entendida y estudiada por varias personas, algunas de las cuáles le pisaban los talones a Einstein), pero al parecer la impresión sobre el mundo fue que era algo de lo más incomprensible. Habiendo completado la teoría después de más de una década, Einstein fue catalogado (merecidamente) como un genio y prácticamente convertido en un oráculo por la comunidad científica y el público en general. Pero al parecer hubo un segmento de la comunidad intelectual, al que se refirió Feynman en el pasaje de arriba, al que tal fama no le cayó tan bien. La conjunción de la abstracción y tortuosas matemáticas de la Relatividad y la Mecánica Cuántica, junto con sus respectivas docenas de decimales de precisión y predicciones acertadas, aparentemente fueron demasiado para algunos "intelectuales" fuera de las ciencias (la Mecánica Cuántica es para otro artículo aparte también; ya está en mi agenda, créanme).

Ansiosos de demostrar que la ciencia siempre iba por detrás de lo que sus intelectos siempre habían sabido, estos (pseudo)intelectuales se apresuraron por apropiar e interpretar los resultados de la física no solo como si los entendieran, sino como si siempre les hubieran parecido obvios. En otro contexto, Noam Chomsky identificó esta envidia de ciertos intelectuales hacia la ciencia y, en particular, hacia la física (no traduje el clip completo, pero lo pueden ver por sí mismos):


Hay una categoría de intelectuales que, hasta donde uno puede ver, parecen perfectamente sinceros pero, si nos fijamos desde fuera en lo que realmente están haciendo, están usando palabras polisilábicas y construcciones complicadas—que aparentemente ellos parecen entender cuando hablan entre sí (yo no entiendo de qué hablan a pesar de que se supone que están en mi área)—y todo está muy inflado, y hay mucho prestigio y todo lo demás. Esto tiene efectos terribles en el tercer mundo; en el primer mundo, realmente no es importante si hay mucha palabrería en los cafés parisinos o en los departamentos de Literatura Comparativa en Yale. Pero en el tercer mundo, los movimientos populares realmente necesitan un liderazgo intelectual fuerte, y si los intelectuales se la pasan ululando absurdos posmodernistas, pues se van a acabar esos movimientos. Y bueno, está esa categoría y se le considera muy de izquierda y de vanguardia. Algunas cosas que dicen realmente tienen sentido, pero cuando las reproduces en lenguaje monosilábico, son solamente trivialidades.
[…]
Son difíciles de entender. Digo, son lindas personas. Muchos son mis amigos. Si ves lo que está pasando, creo que es fácil ver lo que es: supón por un momento que eres un experto literario en alguna universidad de élite, o un antropólogo o lo que sea; si haces tu trabajo con seriedad, pues está bien, pero no te darán grandes premios por ello. Por otro lado, volteas a ver al resto de la universidad y ves a los cuates del departamento de Física y el de Matemáticas, y tienen teorías complicadas que nadie más entiende, pero ellos sí. Y tienen principios, y deducen cosas complicadas de esos principios, y los verifican con experimentos y encuentran que funcionan o no… y eso es algo muy impresionante. Y piensas que tú quieres ser así también: entonces queremos tener una teoría en las humanidades—antropología, literatura—y hacemos una rama que se llama Teoría. Y decimos “Somos como los físicos. Ellos hablan incomprensiblemente, nosotros hablamos incomprensiblemente; ellos tienen palabras grandes, nosotros tenemos palabras grandes; ellos deducen conclusiones profundas, nosotros deduciremos conclusiones profundas; nosotros somos tan prestigiosos como ellos.” Y si los científicos se quejan de que lo que hacen en las humanidades no es ciencia, pues entonces eso es sexismo blanco burgués imperialista o lo que sea.
Creo que Chomsky describió lo que comúnmente se conoce como physics envy: envidia de la física. Lamentablemente, en este caso el pobre entendimiento de los posmodernistas tuvo la consecuencia que Chomsky predijo, y es que se filtró hasta la población y saboteó lo que se hubiera podido comprender de la Relatividad. Por mucho tiempo, se consideró que era tan complicado explicar la teoría a inexpertos que nunca se hizo el menor esfuerzo, y los pseudointelectuales aprovecharon y se posicionaron con el infame "todo es relativo". Ahora que la difusión científica se valora cada vez más, y que los mismos científicos se embarcan en ella, resulta que primero tienen que limpiar la podredumbre dejada por los posmodernistas.

*   *   *

En cierto sentido, me doy por satisfecho con que la mayoría de los lectores hayan leído hasta aquí, y el título del ensayo ha quedado justificado. Sin embargo, ese mismo título implica contenido complementario al que ya escribí, y entonces para los que quisieran ver una embarradita de lo que la Relatividad es, me pareció apropiado escribir algunas palabras más.

El espaciotiempo le dice a la materia cómo moverse.
La materia le dice al espaciotiempo cómo curvarse.

Tal fue el resumen de galleta de la fortuna que hizo John Archibald Wheeler, otro de los grandes físicos del siglo XX, acerca de la teoría de Einstein. Si yo me viera forzado a escribir un lema así, probablemente diría algo como "La gravedad es geometría". Eso, palabras más o menos, es el contenido de la ecuación de Einstein*: \[R_{\mu\nu}-\frac{1}{2}Rg_{\mu\nu} = 8\pi G T_{\mu\nu}.\] (*La otra ecuación de Einstein, que es la que todo mundo conoce, es realmente una conclusión ancilaria de una versión preliminar de la teoría. Supongo que esta ecuación de arriba no es tan fácil de recordar, ni dan tantas ganas de ponerla en una playera, pero es la mera fregona.) Del lado izquierdo están el tensor y el escalar de Ricci (\(R_{\mu\nu}\) y \(R\)) y la métrica del espaciotiempo en cuestión (\(g_{\mu\nu}\)), que caracterizan la curvatura de un espacio. Del lado derecho se encuentra el tensor de energía-esfuerzo (\(T_{\mu\nu}\)) y constantes físicas que lo hacen proporcional a la cantidad del lado izquierdo. En español, dice que el espaciotiempo se deforma según la materia que se encuentra en él. La Relatividad trata de la física que sucede en los espaciotiempos torcidos por la materia. Las consecuencias de mayor alcance de la teoría emanan de esta ecuación y sus soluciones, y es de ahí de donde provienen los agujeros negros, el Big Bang, las ondas gravitacionales, la precesión de las órbitas celestes, los lentes gravitacionales y la precisión de un localizador GPS.

Ondas gravitacionales alrededor de dos estrellas de neutrones en órbita.
Hay varios pasos conceptuales difíciles por tomar para entender las consecuencias físicas de lo anterior, que son más o menos las que mencionó Wheeler arriba. Primero se encuentra la noción de que el espacio y tiempo son una sola entidad, en la que las direcciones temporales y espaciales se encuentran democratizadas: en vez de pensar en tres dimensiones espaciales y una de tiempo, pensamos en cuatro dimensiones de una sola cosa que se llama espaciotiempo. Así como para nosotros la dirección "arriba" apunta en un sentido distinto que para los australianos, porque sus ejes de coordenadas están girados respecto a los nuestros, lo que para nosotros pudiera parecer avanzar en el tiempo y a la izquierda, a alguien más en movimiento le pudiera parecer menos movimiento en el tiempo y más hacia la derecha. Una vez que las dimensiones espacio-temporales son así de flexibles, otras cantidades físicas como las velocidades y momentos cambian también—de ahí la parte relativa de la Relatividad.
Rojo: órbita de un planeta según Newton. Azul: órbita según Einstein.

Segundo, en este espaciotiempo los objetos siempre se mueven a lo largo de geodésicas, que son una generalización de las líneas rectas pero llevadas a espacios curvos donde es imposible dibujar una recta sin salirse del espacio, como cuando se trata de dibujar sobre un balón. Además, la gravedad queda abolida como fuerza y sobrevive solamente como una característica geométrica del espaciotiempo. Si hubiera algo equivalente a la Primera Ley de Newton en la Relatividad, sería algo así como "Un cuerpo se mueve a lo largo de una geodésica a menos que actúe sobre él una fuerza externa".

Lo irónico de la Relatividad es que es el resultado de la demostración matemáticamente rigurosa de que, para que las leyes de la física sean leyes, tienen que ser las mismas para todos, sin importar dónde estén o cómo se estén moviendo (el tecnicismo es que las leyes deben ser covariantes). En este sentido, la teoría lleva a la consistencia absoluta de las leyes, es decir, lo contrario a que éstas sean relativas. Claro, las cantidades que se midan en distintos lugares y a distintas velocidades pueden variar, pero en todos lados las leyes tendrán la misma forma y se deberán cumplir.

Animación de dos agujeros colisionando.

La maquinaria matemática que permite formular las relaciones entre cantidades físicas de manera que éstas no cambien según el punto de vista es la geometría diferencial, que es una generalización del cálculo vectorial a espacios curvos. Esto es necesario porque las propiedades básicas de la geometría que aprendimos en la secundaria sólo se cumplen en el caso particular de espacios euclidianos (planos). Una vez que la superficie o volumen en donde hacemos geometría está doblado o torcido pasan cosas raras: los triángulos no tienen 180 grados, es imposible dibujar líneas que siempre se mantengan paralelas y la distancia más corta entre dos puntos no es recta. Las operaciones usuales de la física tienen que incorporar el efecto de la curvatura del espacio, y las cosas se complican. Y si trabajamos en cuatro dimensiones en vez de tres, pues más.

No lo parece, pero es geometría: derivación del tensor de Riemann a partir del conmutador de derivadas covariantes actuando sobre un campo vectorial (clic para agrandar).
Vale la pena concluir leyendo a Einstein decir cómo llegó a la teoría en primer lugar:

Considerando que voy a explicar la teoría de la relatividad, debo señalar que esta teoría no tiene un origen especulativo. Su descubrimiento se debe al intento de adaptar lo mejor posible la teoría física a los hechos observados. No se trata de un acto revolucionario, sino de la evolución natural de un camino seguido a lo largo de muchos siglos. El abandono de los conceptos fundamentales de espacio y tiempo tal como habían sido concebidos hasta ahora, no se debe interpretar como un acto voluntario. Ha sido condicionado por hechos observados. (tomado del ensayo Sobre la Teoría de la Relatividad.)
Es un error, pues, pensar en Revoluciones Científicas, en particular en el caso de la Relatividad. Tal visión implica la idea de que en la ciencia hay autoridades que se sacan ideas de la manga y, por sonar más impresionantes que las ideas de las autoridades anteriores, ganan y las desbancan. En realidad, la ciencia se trata de una acumulación de información por un lado, y de entendimiento cada vez más profundo de lo que ya se sabe por el otro; con suerte, este entendimiento más profundo es útil para hacer predicciones de cosas que no se sabían, y es entonces cuando llega el momento de proponer un experimento para ver si efectivamente son ciertas. Por más elegante o sofisticada que sea una teoría, se tira a la basura si no concuerda con la realidad. No se trata de encontrar la Verdad, así con mayúscula, aunque ciertamente se acaba por hacer eso en muchas ocasiones. Más bien, se trata de entender, y de lograr explicaciones más generales, parsimoniosas y poderosas. En este sentido, la Relatividad es una de las ideas más elegantes y potentes que la humanidad haya podido derivar de la Naturaleza. Entonces, la próxima vez que le pregunten qué sabe de Relatividad, diga: "La gravedad es geometría." Hasta cabe en una playera.