2017-03-04

Autoridad y Escepticismo

por Daniel Dennett


Hay un culto de la ignorancia en Estados Unidos1, y siempre lo ha habido. La sepa de anti-intelectualismo ha sido un hilo constante envuelto a través de nuestra vida cultural y política, nutrida por la noción falsa de que democracia significa que 'mi ignorancia es tan buena como tu conocimiento'.

—Isaac Asimov

Cuando era niño, las conversaciones alrededor de la cena en nuestra casa eran especialmente vigorosas y apasionadas (esto lo aprendí cuando descubrí que debía ajustar mi disposición cuando era huésped en otros hogares). Cuando surgían puntos de desacuerdo empírico, esto desataba el único causal para ser disculpado de la mesa en medio de la cena: ir a buscar la respuesta en la World Book Encyclopedia.

Recuerdo con viveza muchas ocasiones el regresar triunfantemente a la mesa, con el corpulento volumen azul en mano, para citar mi vindicación, y ajustarme con la misma viveza a las otras ocasiones en las que concedí la derrota. Estaba equivocado, y así lo decía justo ahí en el World Book. La pregunta de qué tan seguido pudiera el mismo World Book estar equivocado rara vez surgía, pero era reconocida como posible.

¿A dónde voltearían los adultos de hoy para decidir desacuerdos similares? Uno de los efectos secundarios no deseados de la generalmente maravillosa democratización del conocimiento a la que ha dado pie la era del Internet es que estamos perdiendo el consenso acerca de qué consultar al momento de decidir una apuesta. Las fuentes de información que son mutuamente reconocidas como confiables—no perfectas, pero confiables—son atributos muy útiles para una sociedad. Si en el pasado hemos sido demasiado sumisos en la cara de autoridades epistémicas, ahora nos arriesgamos a caer demasiado en la otra dirección y convertirnos en escépticos reflexivos multipropósito. El escepticismo2 parejo frecuentemente se agria y resulta en cinismo3 y, mientras que un puñado de cínicos tolerados en una sociedad es probablemente sano, cuando el cinismo se convierte en una pandemia puede chupar el entusiasmo de la gente y amenazar la seguridad y coordinación que permiten que opere una sociedad libre. Lo que la gente tiende a olvidar es que el escepticismo de todo es demasiado fácil, una faena que deshabilita la confianza y hace más difícil la acción decisiva basada en información común.

Nosotros los escépticos jugamos el papel importante de vigilar el ambiente epistémico, desyerbando las falsedades y mitos, y exponiendo a los charlatanes y propagandistas, pero no podemos hacer eso efectivamente sin respaldar e ilustrar el contraste entre estos productos inferiores y tóxicos contra los métodos y (uso el término aconsejadamente) la autoridad de la investigación bien hecha. ¿Significa que el escéptico es algún tipo de autoritario? ¿Algún tipo de elitista? Sí. El buen tipo. La meritocracia tiene su lugar, y las mejores prácticas son (usualmente) identificadas como las mejores prácticas. No debemos ser intimidados por el coro de creyentes oh-qué-modernos (y postmodernos) hacia una democracia epistémica donde se denuncia la categoría de experto, reemplazando la diferencia entre aficionados y profesionales con un relativismo perezoso que rechaza tomar bandos.

¿Cómo deberíamos defender nuestra aceptación de autoridades cuando nos encontramos con los murmullos desaprobatorios—a veces aumentan a rugidos—de la vox populi? Cuidadosamente. Debemos caminar sobre la soga tendida entre la impaciencia apropiada para la celebración de la ignorancia por un lado, y la apertura mental por el otro, tal que las patrañas sean concedidas cierto "respeto" que en todo caso solo sea simbólico. Como cuando se califica con una curva, el respeto políticamente correcto para todos los puntos de vista amenaza el control de calidad en el pensamiento del que la sociedad moderna tanto depende, por ponerlo directamente. No todos los puntos de vista son igualmente "válidos". Una táctica efectiva es señalar que estos hiper-igualitarios no dejan sus cirugías en manos de aficionados, o profesionales novatos siquiera, y se llenan de indignación si se enteran que alguien ha cometido un error en el diseño de su auto o al aconsejarles cómo llenar su declaración de impuestos. No se conforman con nada menos que los expertos cuando se trata de asuntos de su salud, seguridad y comodidad. Deberían aplicar la misma consistencia para honrar la pericia en otros ámbitos también. Además, cuando encuentran los lapsos y pifias en la ciencia, invariablemente citan los controles de calidad de la ciencia misma, que es la institución más autocrítica que el mundo haya conocido. Eso debería ser suficiente (aunque rara vez lo es).

Traducción: Héctor Mata
Texto original aquí.

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Notas HM:

  1. Me atrevo a decir que este culto a la ignorancia es generalizado y en México es aún mayor que en EU. La cita la escogí yo y no aparece en el artículo original de Dennett.
  2. El sentido en el que Dennett usa el término 'escepticismo' aquí es el de dudar por dudar, que en general no es el sentido en que la mayoría de los escépticos modernos lo usa, que es creer en proporción a la evidencia. Bajo esta última definición, los 'escépticos' de la vacunación, cambio climático, evolución o transgénicos son más bien negacionistas, pues hay una cantidad abrumadora de evidencia en contra de sus posiciones. Dennett conoce esta distinción bien, pero quizá aquí trató de apelar a un público más amplio, que en general entiende el escepticismo solo en la versión anticuada.
  3. No encuentro una traducción adecuada en una sola palabra para el inglés cynicism, que es un pesimismo y desconfianza generalizada acerca de la naturaleza humana. En español significa algo más bien como descaro o falta de vergüenza. Opté por dejarlo como estaba y poner esta nota al final.