2017-02-23

Quizás tú me cargues a mí algún día



Cuando entro en el cuarto todo está oscuro y en silencio. Vacío mis bolsillos de llaves, audífonos y monedas, y dejo mi celular sobre el buró. Cuando termino mis ojos están casi completamente ajustados a la oscuridad y puedo discernir dos figuras acostadas en la cama, acurrucadas. Una de esas es tu mamá y la otra eres tú, Óscar, con dos y medio años de edad al momento que escribo esto. Me muevo lo más silenciosamente que puedo para no molestar a tu madre, me las ingenio para rodearte con mis brazos, jalo, y te arranco de ella. Usualmente dejas salir un gemido o un suspiro, pero no despiertas. Lentamente, te cargo a lo largo del pasillo hasta tu cuarto y te deposito en tu cama, pongo tu osito blanco en tus brazos, te cobijo, y salgo del cuarto sigilosamente. Por los últimos dos años, este ritual se ha repetido en muchas noches.
Y es un tipo de ritual, créeme. Cada vez que te dejo en la cama paso por los mismos pensamientos: que, aunque la paternidad ha sido muy difícil para mí, ya que mi tiempo ha sido, digamos, severamente reasignado a cosas que preferiría no hacer, atesoro esos pasos entre una recámara y la otra. Verás, alguna vez hace muchos años oí a mi propia mamá decir que los niños eran maravillosos, "pero solo cuando están chiquitos," y que uno debía disfrutarlos durante ese periodo. No recuerdo qué edad tenía en ese momento, pero creo que ya era adolescente. No entendí lo que dijo e inclusive lo encontré ridículo, pues me era obvio que los niños chiquitos eran insoportables. En general, ahora que tengo uno creo que yo tenía razón. Lo siento. La paternidad no es para todos, y los misántropos esquizoides como yo somos menos miserables cuando estamos solos y, especialmente, lejos de niños pequeños. Pero cuando te llevo a lo largo de esa docena de pasos y te acuesto, siento que mi mamá tal vez no andaba tan perdida. Me digo a mí mismo que, quizá, sostener a esta criaturita en mis brazos no está tan mal.
Hay algunas veces a la semana que me tomas de la mano o me llamas a gritos, pero por cada una de ellas hay al menos un par de veces más en las que me alejas y llamas a tu madre, o a una de tus tías, o inclusive a tu abuela (mi propia madre, pues). No me siento mal, porque sé lo que se siente estar seguro con mamá, y nunca te responsabilizo de estos rechazos—¡después de todo, tienes dos años! Pero por las noches cuando te llevo a dormir, por el minuto que dura el procedimiento, te acurrucas contra mí y pareces contento de estar dormido en mis brazos. No hay otra sensación como esa en el mundo: un gentil recordatorio de que soy un proveedor para alguien o al menos soy un protector temporal de sus sueños. Cada noche que hago esto (como lo haré en unos minutos más) pienso "esto es lo que quiso decir mi mamá."
Como ya dije, hay algunas veces que me apartas y pides a alguien más, casi siempre tu mamá. Esta mañana, por ejemplo, despertaste llorando mientras nos preparábamos para salir de la casa y dejarte en casa de tu tía. Mamá estaba en la ducha y fui yo el que llegó a tu cuarto, pero me dijiste que me fuera. "¡Vete paya allá!" gritaste, "¡Noooooo!¡Vete allá, yo queyo mi mamá!". Traté de calmarte, pero te pusiste peor. Tu madre escuchó la conmoción, se apuró lo más que pudo y llegó a tu rescate.
A medida que crezcas te apartarás de más maneras, no solo de mí, sino de tu madre también. Esto es normal e inclusive sano. Todavía no estas a la edad en la que yo sea un superhéroe para ti, pero la alcanzarás y luego la dejarás atrás también. Lo sé porque yo ya pasé por eso con tu abuelo. Sobra decir que para cuando llegue ese momento ya no te estaré cargando para nada, ni nunca más. Se supone que crecer debe ser así, en cierto modo. La paternidad es la administración de tu apartamiento de tu madre y de mí, con la esperanza de que al final acabes bien.
Si todo sale bien, serás tú quien me cargue a mí al final, tal vez literalmente. No estaré aquí para siempre, y así es como debería ser. Para que los jóvenes alcancen la madurez, los viejos tienen que quitarse del camino en algún punto. Si tenemos éxito en esto de ser papás, tu madre y yo seremos separados de ti, de manera definitiva e independiente de lo que queramos, antes de que tú seas separado de nosotros. Es en esos momentos, cuando tú me cargues y me acuestes a mí, que espero que haber sido mi hijo no haya estado tan mal después de todo.



(Versión en inglés original aquí)