2019-09-13

Puritanos de derecha e izquierda



Puritanismo: El perturbador temor de que alguien, en algún lado, pudiera estar feliz.
—H.L. Mencken

La derecha social, es bien sabido, detesta que la gente pueda experimentar placer sin consecuencias. Actos perfectamente consensuales entre adultos, o por parte de un adulto por sí mismo, y en los que no hay ninguna víctima, son denunciados como faltas a la moral, al pudor o, clásicamente, como “libertinaje”. El libertinaje es solamente un insulto para la libertad que no les gusta de otras personas, por estar ellos, los derechosos, mentalmente castrados para poder ejercerla y, horror, quizá disfrutar de algo en la vida.

Esta privación de placer masoquista y casi siempre motivada por la superstición solamente solo se puede perpetuar por el lavado de coco desde la infancia, en la que supuestamente es una virtud privarse del placer porque, supuestamente, al ser supremo que lo creó no le gusta. Al contrario, el masoquismo inútil se glorifica y a cualquier señal de gozo, sobre todo corporal, se le demoniza. El ejemplo extremo de esto es el Islam más conservador, pero también se presenta en el judaísmo ortodoxo y varias ramas del cristianismo.

Como este asceticismo inane es imposible de mantener para un típico animal humano, inevitablemente produce derechosos hipócritas que, en cuanto pueden darse una escapada, se dejan llevar por placeres de la carne que no se ven ni en una orgía de hippies, y no pocas veces acaban incurriendo en francos delitos como pederastia o trata de personas. El mojigatismo es inevitable.

Esta actitud de horror, envidia o rencor ante el placer de los demás tiene su espejo del lado izquierdo del espectro político, donde los placeres económicos reemplazan a los carnales como objeto de desprecio. Quienes disfrutan—con razón—de hacer con su cuerpo lo que más les plazca mientras no haya consecuencias negativas para otros, frecuentemente denuncian a quienes se atreven a hacer con su propio dinero lo que quieren. El libertinaje económico es el peor pecado del que uno puede ser acusado desde la izquierda; no hay nada más deleznable para ellos que ser económicamente exitoso y disfrutarlo porque, al igual que en la derecha se considera un pecado disfrutar del cuerpo, en la izquierda se considera un pecado disfrutar del dinero. Análogamente, se hace de la pobreza una virtud—cuanto más fracasado sea uno, mejor. Hacer algo por sacar a la gente de la pobreza, no.

Y claro, hay mojigatos de izquierda también, porque igualmente son una consecuencia inevitable de negar la realidad. Hasta el Ché tenía que comer, carajo. Los ejemplos abundan entre políticos supuestamente socialistas y críticos del neoliberalismo que, oh sorpresa, tienen múltiples casas y departamentos en el extranjero, acciones en diversas empresas y se pagan sus sueldos en dólares—frecuentemente sin siquiera trabajar, para colmo.

Igual que para el placer físico, para el económico no existe alguna fuente limitada que, si algunos abusaran de ella, se agotaría. No existe un principio de conservación del placer, y el dinero es, a estas alturas, algo completamente inventado por los humanos a conveniencia para, aproximadamente, medir el mérito del trabajo de uno. De la misma manera que prohibirle a un individuo masturbarse no le traspasará su placer a otro por magia, ni en este mundo ni en otro, prohibir a otro comprarse el café que le gusta o un boleto VIP en el cine no se lo transferirá a otro que no lo puede o quiere pagar.

Las reglas de convivencia humana las inventamos, exclusivamente, los humanos. Al Universo no le importa. Esto es una magnífica oportunidad: hagamos las reglas que más nos gusten, basándonos en entender el mundo como es, para poder disfrutarlo mientras estamos aquí.