Me parece que el lenguaje es un reflejo del pensamiento y, más aún, que es un precursor a él. No podemos pensar con claridad si no hablamos con claridad, y si nuestras palabras cambian de significado tanto o tan seguido que pueden significar lo que sea. Los términos “fascista” y “comunista” son ejemplos sobresalientes de esto (es un tema recurrente aquí en AutóMata que realmente se refieren a lo mismo).
Es una excelente noticia que Trump, con todo y sus berrinches, vaya de salida. El tipo es un narcisista sumamente limitado, incapaz de la menor introspección o autocrítica, y francamente peligroso. Ha llevado a la democracia estadounidense al límite, todo el tiempo con un tipo que le sigue a todos lados cargando los códigos nucleares.
Pero no es un fascista. Y los eventos de la Kristallnacht conmemorados el 9 de noviembre pasado dejan claro que esa palabra es especial. En aquella noche fueron destruidos miles de negocios y sinagogas judías, murieron y fueron violadas docenas de personas, y 30 mil hombres judíos fueron enviados directo a los campos de concentración años antes de que empezara formalmente la 2a Guerra Mundial. Fue el mayor de los pogroms hasta entonces, y estuvo flanqueado antes y después por detenciones de opositores políticos, asesinatos, torturas, violaciones y exilios.
Nada remotamente parecido sucedió en la gestión de Trump. Como ya dije, el tipo es un narcisista, mentiroso y sumamente incompetente, pero es autoritario solamente en el sentido de que está quiere que se haga lo que él diga—cosa que rara vez logra, por cierto—. En el sentido político del término, es un autoritario muy pobre pues, como no le importa la vida de nadie más que la de él, no mostró el menor interés en acumular poder para controlar la vida de nadie más. Doscientos tarados neonazis se reunieron en Charlottesville en 2017, y una joven murió atropellada por uno de ellos al día siguiente. Terrible, pero no Kristallnacht. El año siguiente, en la supuesta marcha masiva de supremacistas blancos en Washington, acudieron apenas una veintena. Todos los días arrestan a más vándalos de Antifa tan solo en Portland.
Trump demostró plenamente su desinterés por ser un tirano durante la crisis del COVID, que historiadores de renombre como Timothy Snyder o Jason Stanley señalaron como el Incendio del Reichstag en el que se avecinaba un golpe autoritario. Aprovechando una crisis así, el playbook fascista es claro: toque de queda, ley marcial, atribución de poderes de especiales, disolución del congreso y arresto de políticos incómodos de la oposición y cualquiera que se oponga, para empezar... Pero en vez de hacer eso... ¡Trump se fue a jugar golf! Cada vez que tuvo la oportunidad de hacerse de más poder, simplemente se hizo pendejo: le echó la culpa a otros, dijo que el virus se iba a quitar solo, que qué querían que hiciera, y a jugar golf… algo me dice que un Hitler hubiera hecho más. (Como ya han notado muchos, Hitler sí hubiera podido echar para atrás el Obamacare.)
Y si estiramos la definición de fascismo para que cubra a Trump, por sus insultos a la prensa, su trato indigno de los migrantes, su falta de empatía y competencia en general, ciertamente esa nueva definición cubre también a Maduro, ¿no? ¿Erdogan? ¿Putin? ¿Orbán? ¿Assad? ¿Los chinos? ¿Los iraníes? ¿Los cubanos? Todos éstos tienen a sus opositores presos, perseguidos, exiliados o muertos. Los chinos tienen campos de concentración, tal cual, y Corea del Norte literalmente tiene una frontera de minas y alambre de púas. Si de falta de pericia y empatía se trata, de la destrucción de las instituciones democráticas y el maltrato de la prensa, por no decir de autoritarismo, incluso AMLO entra a ese club fácilmente... y todos sabemos que AMLO es tan estúpido que ni siquiera es comunista.
Esta gente es nefasta, pero ¿deberían estar en la misma categoría que Hitler, Mussolini, Stalin, Pol Pot, Mao o Franco? Tal vez me la pensaría con los casos de Putin, Hussein o Assad, ¿pero a los tarados de AMLO o Maduro? ¿De qué sirve una clasificación política que aplica a lo que sea?
Si Trump era un dictador, ¿por qué perdió una elección? Caray, ¿por qué siquiera hubo una elección? Es un golpista muy raro el que acude a instancias judiciales a disputar los resultados, pierde y, ahora, coopera con el equipo de transición de su opositor, ¿no? Seamos honestos: llamar fascista a un enemigo político es una manera fácil de autoproclamarse parte de la heroica resistencia desde la comodidad de tu teclado. Es un insulto exagerado, nada más; activismo de Starbucks. Y trivializa y diluye las duras lecciones que se aprendieron (espero) en el siglo XX, acerca de lo que los verdaderos fascistas y comunistas son capaces de hacer. Nadie en el mundo desarrollado, y casi en ningún lado en general, enfrenta nada como los pogroms Nazis, y ni qué decir de la Segunda Guerra Mundial o la red de campamentos y calabozos soviéticos. Estos fueron eventos completamente fuera de proporción con los que nos enfrenamos ahora. Las palabras tienen significados, y estos importan.
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